Ya dedicaba el pasado día 10 de enero una entrada a la dichosa Ley Sinde, con lo que no voy a insistir sobre la inevitable reconversión que la industria del arte necesita o las mentiras en las que se basan para justificarse. Hoy quiero enfocar la cuestión desde un punto de vista más práctico. O, dicho de otro modo, ayudarles en sus intentos de poner puertas al campo.
Y es que lo primero que deberían hacer Ángeles Glez-Sinde, José María Lassalle (su homólogo en el PP) y todos sus defensores es comprender que lo que intentan es precisamente eso: ponerle puertas al campo. Internet es, obviamente, muchísimo mayor de lo que sus mentes demuestran poder abarcar, y por eso importa poco cuántas veces se pasen por el arco de triunfo la Constitución o nuestros derechos más básicos. Ya negaron a los españoles la presunción de inocencia con el canon digital, y ahora con la ley que pasaron PSOE, PP y CIU en el senado, se han hecho con una herramienta para criminalizar a quien les venga en gana. Porque, no nos equivoquemos, poder actuar contra quien sea susceptible de causar un daño patrimonial, es decir en español simple que me pueden quitar mi coche y multarme basándose en que podría estamparlo en la sección de música pop de la FNAC y llevarme por delante un expositor con el último disco de Alejandro Sanz. Pues a pesar de todo ello, ni han disminuido las descargas y copias ilegales, ni esperan que desciendan de manera perceptible. Nuestros Estados y fuerzas de seguridad carecen de los medios para impedir la circulación masiva de archivos por la red, con lo que leyes y medidas por la vía de la represión jamás podrán ser aplicadas de manera efectiva.
Tal vez parte de la solución pase por abrir los ojos y darse cuenta de que su supuesto enemigo no es tal. Que una cosa es que si nos encontramos sacos de patatas gratis los vayamos a coger, y otra muy diferente que creamos que los agricultores deban cultivar patatas por la cara. Los internautas, como cualquier persona en su sano juicio, entienden que el mundo necesita patatas, y que no se le puede pedir a nadie que las cultive por amor al arte; y exactamente lo mismo para la música, la literatura o el cine. Otra cosa es tener opiniones diferentes respecto al sueldo del agricultor o el precio de las patatas. Lo importante es que en lo esencial todas las partes están de acuerdo, con lo que abordar el asunto enfrentados no solo es absurdo, sino que jamás se traducirá en ningún resultado positivo; ni para unos, ni para otros. Y eso por no mencionar lo ridículo que resulta hablar de los unos y los otros, como si hubiese un conflicto de intereses que impediría en pleno siglo XXI a un creador ser internauta o a un internauta ser creador, que tiene tela.
Y no se trata solo de encontrar el enfoque adecuado, sino de darse cuenta de que internet es demasiado grande y complejo como para pretender regularlo como al tráfico o al tabaco; y que enfrentarse a ello es enfrentarse al futuro. Y no a un futuro cualquiera, sino a un futuro que ya está aquí, y que es muchísmo más amplio, global e interconectado que el presente en el que creen vivir los que hablan de los internautas en tercera persona. Y tanto es así que solo podrán amortiguar el problema de las descargas y copias ilegales cuando se caigan del guindo y entiendan que el asunto no debe abordarse frente a los internautas sino como internautas; de la mano de los internautas y guiados por ellos. Que solo los internautas cuentan con las herramientas, conocimientos o experiencia necesarias para afrontar el problema.
Pero, claro, ahora vas tú y se lo haces entender a nuestra clase política. Se lo cuentas a los que hacen la reforma laboral sin haber puesto un pie en el mercado de trabajo. Se lo dices a los que reforman las pensiones cuando tienen un régimen especial de jubilación para si mismos. Se lo explicas, en definitiva, a los que llevan toda la vida regulando nuestra realidad sin participar en ella.
Internet es una revolución. Internet es todo un mundo dentro de nuestro mundo. Un mundo que creamos por y para nosotros cada segundo que vivimos en él; en el que todos tenemos voz de manera inmediata e ilimitada, y no sólo una vez cada cuatro años escogiendo un item de una lista. Y sólo quien no entienda esto puede llegar a creer que, al igual que las pensiones, puede ser regulado desde fuera.
A todos los que acaban de votar a favor de la ley Sinde, a los que la han celebrado, y a los que ignoran que en internet no existen las fronteras o que se tarda más en cerrar un sitio de enlaces en España que en abrir 100.000 nuevos accesibles desde España en paises donde la ley española no resulte aplicable; les dedico una cita de Kafka: "En tu lucha contra el resto del mundo, te aconsejo que te pongas del lado del resto del mundo"
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