martes, 20 de marzo de 2012

La reforma del despido

         Uno de los grandes misterios de la humanidad es, sin lugar a dudas, que un partido con tan graves deficiencias en materia de comunicación como lo es el PP haya podido alguna vez ganar unas elecciones. Que ya no es que durante sus años en la oposición entrasen como 'miuras' a los trapos torpes y no excesivamente ingeniosos que les mostraban Blanco y Rubalcaba (así fue que durante la segunda legislatura de ZP optaron directamente por no decir nada ni opinar sobre cosa alguna); es que incluso una vez en el poder, con toda la maquinaria informativa gubernamental a su servicio, siguen sin saber defender sus actos o medidas sin que desde Ferraz se los coman con patatas. Teniendo en cuenta quién habla desde la bancada socialista, y lo fácil que resultaría avergonzarle hasta que no se atreviese a salir de casa, parece que en Génova deberían hacérselo mirar.

     Presumo que lo que les pasa a los populares es que entienden que lo verdaderamente importante es gobernar, y no perder el tiempo con menudencias como la comunicación. Y tal vez desde una perspectiva limitada y pueril, algo así pueda incluso sonar como digno de aplauso; pero la realidad es que las responsabilidades del gobernante van mucho más allá de gestionar unos presupuestos de la manera más eficiente y beneficiosa para todos. Es deber del gobierno, sin discusión, ya no solo informar debidamente de todas sus medidas y actuaciones; sino también de explicarlas y ayudar a los ciudadanos a comprenderlas; y evitar así confusiones, desesperanzas y hastíos como el que padece una gran mayoría de los españoles tras la reciente reforma laboral. Y bien es verdad que no anda uno como para hacerle el trabajo a nadie (y mucho menos gratis), pero no son pocas las personas de mi entorno a las que la confusión y la incomprensión están deprimiendo; y es pensando en ellas, y no haciendo favores a nadie, que voy a intentar aclarar las cosas al menos un poco.

          Lo primero que hay que tener en cuenta para entender esta reforma laboral es que, efectivamente, favorece el despido. Lo facilita enormemente; y que sus enunciados son una herramienta diabólica en manos de las grandes empresas, no es algo que haya cogido a nadie por sorpresa. Y de ahí que sea perfectamente legítima la pregunta de aquellos que no entienden cómo pretende nadie resolver el problema del paro mediante el despido. Ahora bien, lo que no ha sabido explicar el Partido Popular es de dónde viene nuestro paro, y es ahí precisamente donde radica el meollo de la cuestión.

          No son pocos los que al pensar en parados piensan en personas que han sido despedidas de las empresas en las que trabajaban; y lo que muchos pasan por alto es que, al menos en el caso de España, una amplia mayoría de los parados no han sido despedidos; sino que están sin trabajo porque la empresa en la que trabajaban ha dejado de existir. De ahí que la sangría laboral que padecemos, no sea resultado tanto de despidos, EREs y reducciones de plantilla; como de pymes que se han visto abocadas al concurso de acreedores. Así pues, cuando nuestros gobernantes afrontan el problema del paro, saben que lo que tienen que evitar por encima de todas las cosas es que las pequeñas y medianas empresas sigan yéndose a pique. Y aunque se trata de una realidad cuando menos dramática, lo cierto es que en muchos casos parte de la solución pasa por poder reducir plantilla sin afrontar unos costes inasumibles, replegando así las velas todo lo posible hasta que pase lo más duro del temporal.

          Y esto no es algo que ni mucho menos haya descubierto Mariano Rajoy el mes pasado. Sabido es por nuestra clase política desde antes de que las cosas empezaron a ponerse feas allá por 2008. Y de ahí que UGT y CC.OO. pareciesen mirar hacia otro lado mientras los dos millones de parados se convertían en tres, y los tres en cuatro. ¿Qué podían hacer? ¿Exigirle al gobierno que hiciese algo? ¿Sabiendo como sabían dónde estaba el problema y por dónde pasaba parte de la solución? Y por eso mismo ZP se dedicó a echar balones fuera y flipar con sus brotes verdes. ¿Cómo les contaba a sus colegas de Rodiezmo que les daba casi barra libre a los patronos de las grandes empresas para intentar ayudar a las pymes? ¿Cómo les contaba a sus amigos de los sindicatos que tocaba precarizar la situación de la minoría de trabajadores a la que representan para intentar salvar al menos a parte del resto?

          Así llegamos a nuestro dramático presente, y a la reforma laboral del PP; por la cual, una pyme de 25 empleados puede poner en la calle a 15 personas que antes estaba económicamente obligada a mantener. Y Rubalcaba (haciendo su trabajo, todo sea dicho), presenta el vaso medio vacío y pregunta irónicamente cómo van esos quince despidos a arreglar el problema del paro. Y sabe perfectamente que así tal vez se consiga evitar un cierre que dejaría en la calle a veinticinco, pero eso no le corresponde explicarlo a él. Y parece que desde Génova están demasiado ocupados gobernando como para explicarnos que, al menos tal vez, el vaso esté medio lleno.

martes, 31 de enero de 2012

Con la puerta en las narices

          Hay que reconocer que el plan era casi perfecto. Tanto, que podría haber servido de argumento para una de esas novelas de intrigas políticas que venden en los aeropuertos. Y como todos los planes perfectos, se basaba en una idea rematadamente simple: atamos al "intruso" de pies y manos y contamos con que hará exactamente lo mismo que haríamos nosotros en su situación. Esto es, revolverse y revolverse cavando al hacerlo su propia tumba.

          Pero, claro; si algo hemos aprendido de Hitchcock es que hasta en el más minuciosamente estudiado de los planes perfectos, puede aparecer una variante inesperada que se lo lleva todo por delante; y cuando por el medio anda metido Francisco Álvarez-Cascos, lo inesperado tiende a convertirse en la norma.

          Así, cuando el PP y el PSOE pactaron en Asturias bloquear los presupuestos del Principado para 2012, ni siquiera se les pasó por la imaginación que los acontecimientos no se fuesen a desarrollar tal y como tenían previsto. A fin de cuentas, Cascos es un político de larga trayectoria; y si algo sabemos con certeza sobre los políticos es que se aferran a sus sillones como los náufragos a cualquier cosa que flote. Asumido estaba que el presidente haría lo propio, e intentaría gobernar sin presupuestos, o con los del año pasado, o como fuese menester. Así las cosas, la situación no podría sino empeorar cada vez más hasta que fuese lo suficientemente negra como para que los grandes partidos pudiesen "salvar" a todos los asturianos presentando una moción de censura que obligase a un quemadísimo Cascos a dimitir. Y tal vez a alguno se le pongan los pelos de punta con tan solo plantearse que haya políticos en Asturias dispuestos a perjudicar al Principado y todos sus ciudadanos con tal de robarle la silla al "intruso"; pero hay que recordar que desde su perspectiva lo importante es su propia guerra, lo de los ciudadanos se reduce a "daños colaterales", y que visto así es como duermen cada noche como auténticos bebés. Y si no me creen, explíquenme entonces porqué desde Génova se aplaudieron durante años todas las cifras negativas que nos brindaba la crisis (con mayor entusiasmo cuanto peores fueran); y porqué hoy se hace lo propio desde Ferraz.

          A resumidas cuentas. Las cartas estaban echadas, los sillones despejados, y solo estaba por decidir cómo se los iban a repartir entre PP y PSOE. El trayecto hacia el poder (a todas luces imparable) había comenzado; pero tras apenas cinco días de travesía se toparon de bruces con la realidad: Francisco Álvarez-Cascos les daba con la puerta en las narices.

          Resultó que el "intruso" no lo era tanto. De hecho, más sabe el diablo por viejo que por diablo; y Cascos lleva en política desde mucho antes de que algunos de los que hoy conspiraban contra él se hubiese planteado afiliarse a algún partido. Y cuando pensó el ladrón que todos eran de su condición, cometió un tremendo error de cálculo: Cascos no solo no se ha aferrado al sillón, sino que ha disuelto el gobierno sin apenas despeinarse; estableciendo que sean los asturianos en las urnas, y no el PP y el PSOE, quienes decidan si debe ser FORO o tal vez cualquier otro partido quien deba intentar sacar a Asturias de la ruina en la que está sumida tras décadas de caciquismo.

          Y sobre las reacciones suscitadas, casi prefiero no opinar. Los que subestimaron a Cascos a principios de 2011, vuelven a hacerlo hoy. Hablan de pataletas y batacazos inevitables, exactamente igual que lo hacían el año pasado. Y lo que pasó después lo cuentan muchísimo mejor las hemerotecas de lo que jamás pueda aspirar a hacerlo un servidor de ustedes. Así pues, me abstengo de explicarle a ninguno de los que hoy tropiezan en la misma piedra lo que deberían haber aprendido el pasado mes de mayo y me limito a expresar un deseo: pase lo que pase, y sea como fuere; deseo que los que han pretendido alargar e intensificar la desgracia de los asturianos para usarla como trampolín hacia la presidencia del Principado; ya que jamás pagarán por ello, al menos se queden sin su codiciado premio. Esto es, que PP y PSOE se encuentren el próximo 26 de marzo exactamente donde se encuentran hoy: con la puerta en las narices.