martes, 31 de enero de 2012

Con la puerta en las narices

          Hay que reconocer que el plan era casi perfecto. Tanto, que podría haber servido de argumento para una de esas novelas de intrigas políticas que venden en los aeropuertos. Y como todos los planes perfectos, se basaba en una idea rematadamente simple: atamos al "intruso" de pies y manos y contamos con que hará exactamente lo mismo que haríamos nosotros en su situación. Esto es, revolverse y revolverse cavando al hacerlo su propia tumba.

          Pero, claro; si algo hemos aprendido de Hitchcock es que hasta en el más minuciosamente estudiado de los planes perfectos, puede aparecer una variante inesperada que se lo lleva todo por delante; y cuando por el medio anda metido Francisco Álvarez-Cascos, lo inesperado tiende a convertirse en la norma.

          Así, cuando el PP y el PSOE pactaron en Asturias bloquear los presupuestos del Principado para 2012, ni siquiera se les pasó por la imaginación que los acontecimientos no se fuesen a desarrollar tal y como tenían previsto. A fin de cuentas, Cascos es un político de larga trayectoria; y si algo sabemos con certeza sobre los políticos es que se aferran a sus sillones como los náufragos a cualquier cosa que flote. Asumido estaba que el presidente haría lo propio, e intentaría gobernar sin presupuestos, o con los del año pasado, o como fuese menester. Así las cosas, la situación no podría sino empeorar cada vez más hasta que fuese lo suficientemente negra como para que los grandes partidos pudiesen "salvar" a todos los asturianos presentando una moción de censura que obligase a un quemadísimo Cascos a dimitir. Y tal vez a alguno se le pongan los pelos de punta con tan solo plantearse que haya políticos en Asturias dispuestos a perjudicar al Principado y todos sus ciudadanos con tal de robarle la silla al "intruso"; pero hay que recordar que desde su perspectiva lo importante es su propia guerra, lo de los ciudadanos se reduce a "daños colaterales", y que visto así es como duermen cada noche como auténticos bebés. Y si no me creen, explíquenme entonces porqué desde Génova se aplaudieron durante años todas las cifras negativas que nos brindaba la crisis (con mayor entusiasmo cuanto peores fueran); y porqué hoy se hace lo propio desde Ferraz.

          A resumidas cuentas. Las cartas estaban echadas, los sillones despejados, y solo estaba por decidir cómo se los iban a repartir entre PP y PSOE. El trayecto hacia el poder (a todas luces imparable) había comenzado; pero tras apenas cinco días de travesía se toparon de bruces con la realidad: Francisco Álvarez-Cascos les daba con la puerta en las narices.

          Resultó que el "intruso" no lo era tanto. De hecho, más sabe el diablo por viejo que por diablo; y Cascos lleva en política desde mucho antes de que algunos de los que hoy conspiraban contra él se hubiese planteado afiliarse a algún partido. Y cuando pensó el ladrón que todos eran de su condición, cometió un tremendo error de cálculo: Cascos no solo no se ha aferrado al sillón, sino que ha disuelto el gobierno sin apenas despeinarse; estableciendo que sean los asturianos en las urnas, y no el PP y el PSOE, quienes decidan si debe ser FORO o tal vez cualquier otro partido quien deba intentar sacar a Asturias de la ruina en la que está sumida tras décadas de caciquismo.

          Y sobre las reacciones suscitadas, casi prefiero no opinar. Los que subestimaron a Cascos a principios de 2011, vuelven a hacerlo hoy. Hablan de pataletas y batacazos inevitables, exactamente igual que lo hacían el año pasado. Y lo que pasó después lo cuentan muchísimo mejor las hemerotecas de lo que jamás pueda aspirar a hacerlo un servidor de ustedes. Así pues, me abstengo de explicarle a ninguno de los que hoy tropiezan en la misma piedra lo que deberían haber aprendido el pasado mes de mayo y me limito a expresar un deseo: pase lo que pase, y sea como fuere; deseo que los que han pretendido alargar e intensificar la desgracia de los asturianos para usarla como trampolín hacia la presidencia del Principado; ya que jamás pagarán por ello, al menos se queden sin su codiciado premio. Esto es, que PP y PSOE se encuentren el próximo 26 de marzo exactamente donde se encuentran hoy: con la puerta en las narices.