viernes, 21 de octubre de 2011

La Historia reducida a un argumento electoral

          Qué poquito me ha durado el impacto. No había terminado de encajar el comunicado que ayer tarde difundía ETA, y las reacciones suscitadas en unos y otros ya me estaban poniendo de los nervios. Leche, que no es que al analizarlo se plantease alguno cómo resultaría más conveniente abordarlo cara al 20N; es que nuestra querida clase política y sus aparatos mediáticos han hecho única y exclusivamente la lectura en clave electoral. Y la cordura, el sentido común, la lógica o los verdaderos intereses de este país y sus ciudadanos quedaron una vez más relegados a la inopia.

          Así, da la sensación de que lo que más de uno querría sería que ETA volviese a atentar (sin víctimas, pero atentar) en el menor plazo posible, aunque solo sea para demostrar que ayer llevaban razón al conceder al comunicado cero credibilidad. Y sé que es una auténtica barbaridad, pero no supera en insensatez a aquellos que lo quieren dar por bueno a toda costa y que en menos de un minuto hablaban ya de ETA como algo del pasado.

          Y comprendo que lo peor que podríamos hacer ahora es recibir este comunicado cegados por el escepticismo; pero bien es verdad que ayer, entre tantas celebraciones, eché en falta algún llamamiento a la prudencia. Que por supuesto que todos los ciudadanos con dos dedos de frente deseamos de todo corazón que el comunicado sea el principio del fin, pero no podemos ignorar que a fin de cuentas por ahora solamente tenemos eso: un comunicado. Ni que un comunicado solo son palabras. Ni mucho menos que en este caso en particular las palabras en cuestión las pronuncia un tipo encapuchado.

          Por esto es que no comparto el entusiasmo con el que ayer miles de personas señalaban el carácter histórico de la fecha que estábamos viviendo. Bien podría serlo, pero independientemente de lo mucho que queramos que lo sea (o no), solo el tiempo puede determinarlo, sin que nosotros podamos hacer nada para favorecerlo. Esto no es un conflicto armado en el que ambas partes se sientan y firman la paz; aquí lo que tenemos es un agresor que emite un comunicado. Y claro que debemos ir corriendo a coger la botella de champán, pero por ahora debemos limitarnos a ponerla a enfriar. Si un tipo nos apunta con un arma, es lógico que sintamos alivio si nos dice que no nos va a disparar; pero tampoco es muy sensato dar por resuelto el problema mientras no suelte la pistola. Cuanto más nos precipitemos en celebrar la fecha de ayer, más se parecerá la emisión del comunicado a la firma de una paz que pone fin a una guerra; y si sabemos de algo que de ningún modo debemos hacer, eso es bailar al son que nos dicte la izquierda abertzale.

          En las actas incautadas a ETA hace unos meses ya se mencionaba el bochornoso congreso internacional que tuvo lugar este lunes, y se lo señalaba como el arranque de una nueva etapa de negociaciones políticas. Y ya que el gobierno y los medios afines han insistido incansablemente en la poca credibilidad que se le deben dar a unas actas de ETA, y yo soy muy de hacerles caso sumiso; mejor me remito al comunicado de ayer, cuya credibilidad viene (curiosamente esta vez sí) avalada por el gobierno y sus medios afines. En este se dice textualmente: "ETA hace un llamamiento a los gobiernos de España y Francia para abrir un proceso de diálogo directo que tenga por objetivo la resolución de las consecuencias del conflicto y, así, la superación de la confrontación armada". Y como se puede decir más alto pero no más claro; nosotros debemos asumir que lo de ayer no supone el final de la violencia, sino el principio de una negociación que bien podría (ojalá así sea) llevarnos a este final.

          Por eso entiendo que es una actitud despreciable y mezquina la de los que no quieren ver la esperanza puesta ante nuestros ojos; pero tampoco he sido nunca amigo de poner el carro delante de los bueyes. Así pues pongo el champán a enfriar, pero acto seguido pregunto: ¿qué pretenden recibir a cambio? ¿realmente se van a limitar a demandas que podamos concederles? Y la verdadera pregunta del millón: ¿Qué pasa si las consecuencias del conflicto no se resuelven de manera que ellos entiendan como satisfactoria? Que me encantaría pensar que se han caído de la burra y que finalmente han comprendido que no pueden ganar; pero me da que hace tantos años y tantos muertos que ya lo saben, que lo mínimo que puedo hacer es preguntar.


          Por cierto, ¿Se han fijado en lo bien que hablan y escriben castellano, los jodíos, cuando se dirigen a la BBC y el NY Times?

lunes, 17 de octubre de 2011

Lo que el 15M deja en evidencia

          Ya publiqué en su momento dos entradas a propósito del 15M, los indignados, la democracia real ya y demás familia. Sigo pensando lo mismo, con lo que no vamos a ahondar ahora en ello. Desgraciadamente no comparto sus planteamientos, los cuales considero pueriles y carentes de reflexión previa (por no mencionar que para saber que la cosa no funciona, me basto solito); pero sí que valoro el movimiento en sí como tirón de orejas para las instituciones y recordatorio para la clase política de que tras las cifras de las encuestas hay vidas humanas.

          Sin embargo, cada vez me resulta más divertido constatar cómo este movimiento cada día que pasa consigue que más y más celebrities de nuestro panorama político se pongan a si mismos en evidencia. Y es que si resulta cuando menos chocante ver y escuchar a miembros del PP y su aparato mediático aceptar con cara de circunstancias que hay que escuchar al pueblo, y analizar detenidamente las razones de su tremenda indignación; lo de los socialistas y sus acólitos presentándose como simpatizantes y aplaudiendo esta movilización ciudadana es simple y llanamente delirante.Son tantos los miembros de la secta convencidos que de pillarles esto hace dos o tres décadas habrían sido los primeros en acampar en la Puerta del Sol; que observarles ahora intentando ignorar que ellos son el objetivo de semejantes protestas resulta cuando menos cómico.

          Yo por lo menos me parto de la risa cada vez que un simpatizante del 15M de los de rosa en puño critica la actitud de Mariano Rajoy. Porque, pensémoslo fríamente por un segundo; a efectos prácticos Mariano Rajoy es la madre de todos los indignados. Que tal vez no le dé por montar su canadiense en el kilómetro cero, pero lleva varios años señalando a voz en grito que esto es un desastre, que no funciona, que nuestra sociedad se va al garete y que necesitamos reformar el país de cabo a rabo si es que no queremos irnos a tomar viento. Y si es necesario aceptamos pulpo como animal de compañía y que Mariano Rajoy es el demonio disfrazado de gallego. Estoy dispuesto a asumir incluso que si gana las elecciones terminará con la sanidad pública, cerrará todos los colegios y resucitará al generalísimo antes de 2012. Pero aún así, aplaudir a unos que protestan sin proponer alternativas y poner a parir al líder de la oposición precisamente por hacer supuestamente lo mismo, resulta grotesco.

          Y así es como el 15M pone de manifiesto una vez más la vieja historia de siempre; que aquí lo de menos es la verdad, la coherencia, la congruencia, la lógica o la dignidad más elemental; esto va de ganar votos, y lo demás importa un carajo. Y ni a Rubalcaba ni a los suyos les preocupa lo más mínimo el evidente doble rasero que esto supone ni los cientos de propuestas concretas que el Partido Popular ha presentado en el Congreso desde el comienzo de la crisis (más o menos acertadas, pero propuestas al fin y al cabo). Insisten y seguirán insistiendo sobre la falta de propuestas porque, conocedores del electorado español, saben que nada les favorecería más que ser desmentidos desde Génova. No queremos que nos toquen lo nuestro (ver entrada anterior de este mismo blog), y nos creemos que podemos salir de esta situación sin renunciar a nada. Somos como aquellos que le exigen a su médico que les arregle la figura, pero no quieren oír hablar de cirugía, dietas o ejercicio. Así pues, cualquier propuesta a la que los populares den publicidad, solo puede quitarles votos. Si añadimos que el PSOE puede prometer lo que le venga en gana porque no va a ganar, y tampoco desdecirse sería nada nuevo de producirse una carambola en las urnas; la ecuación se cierra ella solita.

          Pero el colmo de la desfachatez lo protagonizan aquellos que simpatizan con el movimiento de los indignados y al mismo tiempo defienden la presencia de Bildu en las instituciones. "Las urnas lo han legitimado", dicen. Y me pregunto yo: ¿hablamos de las mismas urnas que legitiman al PP y al PSOE y toda la situación institucional contra la que se manifiestan en la Puerta del Sol? Quién sabe; puede que no. O tal vez sea que el 15M les ha vuelto a dejar en evidencia.

martes, 11 de octubre de 2011

¿Estamos dispuestos a arreglar esto?

          Lo sugería hace tiempo, pero hoy ya tengo la absoluta certeza: no estamos suficientemente asustados con la crisis. Y no me refiero obviamente a los millones de familias que no saben cómo van a arreglarse esta semana ni la que viene (esos no están asustados, están directamente jodidos); sino al resto. Nos encontramos en una situación delicadísima, al borde de una quiebra que está a punto de cambiar el mundo tal y como lo conocemos; y nosotros no pasamos de la demagogia de barra de bar o café en la oficina.

          Y así es como se nos llena la boca hablando del aberrante despilfarro autonómico o del terrible alejamiento entre el mundo político y nuestra vida diaria; pero cuando nuestros dirigentes responden "bajando" a nuestra realidad con la tijera al hombro, nuestro discurso da una vuelta sobre sí mismo con tirabuzón y toda la pesca; y practicamos el "donde dije digo digo diego" con aún mayor soltura que los políticos a los que habitualmente ponemos a parir por ello.

          ¿Es que realmente algún mortal con dos dedos de frente llegó a pensar que el despilfarro de nuestras administraciones se reducía a sueldos inmerecidos y exceso de vehículos oficiales? ¿Tan mala fue la educación que recibimos como para no poder calcular por encima la de coches blindados que tendríamos que vender para arreglar así el desfase de miles de millones de euros que nos traemos entre manos?

          Pues así parece si, a pesar de lo concienciados que estamos de la situación de quiebra de nuestras administraciones, cuando los catalanes deciden recortar en sanidad, liamos la mundial; o si Madrid decide hacerlo en educación, nos ponemos en huelga; o si Cascos en Asturias empieza por no pagar a la televisión autonómica y sus proveedores, nos echamos a la calle con las manos en la cabeza. Vamos, que entendemos que hay que recortar, pero queremos que se recorten esas cifras tan feas de las que se habla por la tele del mundo ese lejano en el que viven los políticos, pero que no nos toquen lo nuestro.

          Y por nada en el mundo querría que se me interpretase mal. No quiero decir que los que ahora recortan lo estén haciendo bien, ni en las partidas presupuestarias más adecuadas. Tampoco creo que debamos olvidar nunca que en muchos casos son los mismos cuya pésima gestión nos ha traído hasta aquí (de hecho, eso es algo que me parece que no tenemos suficientemente presente). Pero eso no quita que ahora mismo nos toque asumir que nuestro estado del bienestar es insostenible; y que solo podemos elegir entre perder parte o perderlo todo. Es como si le roban a uno la tarjeta y le dejan la cuenta del banco a cero; es injusto, inmerecido y en ningún momento culpa suya; pero tendrá que renunciar a muchas cosas para llegar a fin de mes. Y bien es verdad que está en nuestra naturaleza desear que las desgracias (en forma de recorte o como vengan) le toquen al prójimo antes que a uno mismo; y por eso espero y comprendo reacciones por parte de cualquier colectivo afectado por un tijeretazo. Ahora bien, las manifestaciones de ciudadanos ajenos solidarizándose y oponiéndose frontalmente a cada recorte propuesto (excepto sueldos de políticos y coches oficiales, claro está); no solo no las entiendo, sino que me hacen temblar de miedo porque sé a dónde nos llevan:

          Hace más de quince años España tenía un problema en las cuentas públicas parecido al de hoy. Vino el gobierno de Aznar y, con Rato a cargo de la economía, salimos de ello congelando sueldos a funcionarios y poco más. "Es lo que tiene gestionar con eficiencia", nos decían. Pero, claro, entonces nuestros presupuestos contaban con unos lastres enormes en forma de empresas estatales de los que pudimos deshacernos a base de privatizar. Hoy no queda lastre que soltar, pero eso parecen ignorarlo los millones de españolitos que en noviembre votarán un nuevo gobierno convencidos de que aquello se puede repetir. Que serán los mismos que se echarán a la calle en cuanto el ministerio de economía empuñe la tijera de podar; ignorantes de que la confianza que debemos generar si queremos que nos presten el dinero que necesitamos para salir de esta no solo se basa en la voluntad de los gobernantes, sino también en el margen de maniobra que les concedan sus gobernados. Y viendo lo poco dispuestos que estamos a que nos toquen lo nuestro, me pongo en lo peor.

         

lunes, 3 de octubre de 2011

Prometer discriminación

          Uno puede saber que en campaña electoral cabe esperar cualquier cosa todo lo que le dé la gana; y sin embargo no pasa una convocatoria a las urnas sin que los hechos superen a la más imaginativa de las previsiones. Que una cosa es esperar que se hagan promesas a sabiendas de que es físicamente imposible cumplirlas, y otra muy diferente es haber alcanzado tal grado de surrealismo que se pueda vender como promesa electoral un atentado a nuestros derechos fundamentales.

          Ayer domingo, el diario 'El País' llevaba en portada la propuesta estrella del programa electoral de Rubalcaba: imponer la paridad en la cúpula de las grandes firmas. Y no me cuesta nada imaginarme al tío soltarlo embriagado de convicción, ni a las miembras y miembros de su público dejarse las manos aplaudiendo y desgañitarse gritando 'presidente, presidente'; pero es que no se necesita gran agudeza para caer en la cuenta de que lo que está prometiendo es que obligará por ley a las grandes empresas a discriminar por motivos de sexo. Y ya pueden ponerle el apellido 'positiva' todo lo que les venga en gana; la discriminación es la discriminación. Siempre favorece a unos en detrimento de otros, y eso nunca puede ser bueno. Es contraria a la libertad y, sobre todo, incompatible con esa aspiración de 'igualdad' que tanto preconizan.

          ¿Qué ha pasado, pues, para que la izquierda ya no solo haya dejado de detestar la discriminación sino que la incluya en su programa electoral? ¿Realmente es tan poderoso el lobby feminista, o simplemente nos hemos vuelto todos gilipollas?

          Personalmente sostengo mi propia teoría, que es que una vez más nuestra clase política demuestra vivir en planetas diferentes al nuestro. No me resulta sencillo admitirlo; no en vano soy un varón encantado de haberse conocido. Entiendo la sociedad como un gran equipo al que los colectivos masculino y femenino aportan cosas diferentes, y por mucho que diferente no quiera decir mejor o peor, yo me siento afortunado y orgulloso de las que me tocan (espero que nadie se ofenda por mi honestidad, seguro que si lo que quieren es leer al enésimo lameculos hipócrita señalando lo primitivo y ridículo que resulta el hombre comparado a la mujer no les resultará difícil encontrar alguno de los millones de blogs que se publican a diario con afirmaciones de ese tipo). Sin embargo, los hechos son incontestables, y sería de cenutrios no reconocer que a día de hoy la mujer está muchísimo mejor posicionada que el hombre para acceder a las cúpulas directivas de las empresas (las grandes y las pequeñas). Ya son varias décadas durante las cuales la población universitaria es mayoritariamente femenina, y resulta innecesario señalar ahora la capacidad de trabajo del colectivo femenino.

          Así las cosas, solo es cuestión de tiempo que la mujer ocupe en la empresa el lugar que legítimamente le pertenece. El libre mercado tiene muchos defectos, pero también tiene virtudes, y una de ellas es que coloca a cada cual en su lugar. Y bien es verdad que Rubalcaba nunca ha creído en el libre mercado o la libertad empresarial (aceptar la abrumadora evidencia no es lo mismo que creer); pero a la luz de sus declaraciones parece que sus tiros no van encaminados por ahí. Habla del machismo que domina las juntas directivas y de cómo las empresas toman decisiones movidos por su interés en perpetuar el modelo de predominio masculino; olvidando que lo único que mueve a las empresas es el afán por ganar dinero; y que ni los euros ni los dólares entienden de raza o credo, y mucho menos de sexo.

          Y aquí es donde radica lo verdaderamente grave de todo este asunto; que si Rubalcaba quiere discriminar por ley, no es porque desconfíe de la capacidad de la libertad empresarial para poner las cosas en su sitio, sino porque desconfía de la capacidad de la mujer para abrirse paso. Es, como la práctica mayoría de los defensores de 'la paridad', un machista encubierto que ve a la mujer como un ser débil e incapaz, que jamás llegará a ninguna parte si no es empujada por hombres comprensivos y enrollados como él mismo. Y de ahí esa actitud paternalista de "no te preocupes, bonita, que tío Alfredo obliga por ley a estos trogloditas a colocarte de CEO".

          Por su machismo, y por considerar a la mujer incapaz de valerse por si misma, es por lo que promete discriminar, obviando el verdadero problema de fondo. Y es que, a día de hoy, si los comités directivos de las empresas están ocupados mayormente por hombres es, entre otras cosas, porque éstos han venido históricamente (por tradición, insensibilidad o mera insensatez) renunciando a la búsqueda de la realización personal a través de la familia, y en el presente siguen haciéndolo con naturalidad; inconscientes en la mayor parte de los casos de lo que sacrifican. Así pues, aunque no son pocas las circunstancias y actitudes que debemos cambiar para alcanzar la plena integración de la mujer en la empresa (recomiendo encarecidamente el análisis al respecto que hace Sheryl Sandberg: http://www.blognegociosdinero.com/sheryl-sandberg-por-que-hay-tan-pocas-mujeres-liderando/) resulta obvio que cuanto mayores sean las posibilidades de conciliar las vidas laboral y familiar, mayor será irremediablemente la presencia femenina al frente de las empresas.

          Por este machismo es también que no entiende que lo que la mujer necesita no son empujones, sino que se garanticen la igualdad de derechos y oportunidades; y por su absoluto alejamiento de la realidad es que no comprende que la ley no está para discriminar, sino para evitar la discriminación por todos los medios. Mejor prometía leyes que terminasen con las diferencias salariales entre hombres y mujeres en España (una discriminación inaceptable en toda regla); pero, claro, eso resultaría lógico y oportuno, y si algo hemos aprendido hasta la fecha es que de nuestra clase política podemos esperar cualquier cosa menos lógica u oportunidad.