jueves, 20 de enero de 2011

Extraterrestres, intérpretes y pinganillos.

          Existe vida en otros planetas. Siempre albergué cierta sospecha de que el universo era demasiado extenso como para ser nosotros sus únicos habitantes, pero hoy ya no me cabe ninguna duda. Mi certeza es absoluta. Tan solo me queda por confirmar si soy yo el extraterrestre o si lo son los gobernantes de la faceta pública de mi vida.

          Y lo sé porque en mi planeta (sea este u otro, ya lo averiguaré a su debido tiempo) se lo debemos todo a la comunicación. Mi civilización se ha construido gracias a la capacidad que tenemos mis iguales y yo de entendernos, y es únicamente gracias a esa capacidad que hemos progresado como raza y como Sociedad. De ahí que mis iguales y yo dediquemos gran parte de nuestros recursos y tiempo a adquirir y perfeccionar nuestras capacidades comunicativas, e incluso a aprender aquellas lenguas que nos puedan permitir comunicarnos con más congéneres. A las diferencias idiomáticas las llamamos barreras comunicativas, y sabemos que nuestro presente y nuestro futuro dependen de nuestra capacidad para derribarlas.

          Así es que cuando mis iguales y yo vemos que el presidente del gobierno requiere intérpretes y pinganillos para participar en una reunión celebrada en inglés, no sólo sentimos profunda vergüenza y nos preguntamos si realmente no había candidatos más capacitados para ese puesto; sino que vemos una barrera comunicativa que ralentiza y boicotea nuestra aportación a dicha reunión.

          Por su parte, los procedentes de planetas diferentes al mío, ante la misma escena interpretan que nuestro presidente fortalece así su identidad cultural; y concluyen entonces que al verdadero progreso solo llegaremos edificando barreras.

          Y si resulta un hecho innegable para mi que para que un grupo funcione, lo primero que debe hacer es establecer un código comunicativo para que todos los miembros puedan entenderse y hacerse entender; el Senado español, que ya cuenta con dicho código, opta por levantar barreras y renunciar a utilizarlo. Y como me cuesta creer que los senadores realmente quieran boicotear el posible funcionamiento del Senado con premeditación y alevosía; sólo puedo concluír que son de otro planeta en el que poner trabas a la comunicación tiene un sentido que yo no puedo alcanzar a comprender.

          Dicho en otras palabras: si mientras los ciudadanos nos esforzamos por aprender idiomas para evitar en la medida de los posible necesitar intérpretes, nuestros gobernantes optan por el uso de intérpretes incluso en los casos en los que no los necesitan; o nosotros estamos haciendo el idiota, o lo están haciendo ellos. Y como nuestra actitud viene avalada por miles de años de evolución del ser humano, tienen que ser ellos. Ahora bien, si es así, teniendo en cuenta que nosotros les hemos elegido y les financiamos sus idioteces ¿quién es el mayor idiota de todos?

          Semejante círculo vicioso solo se puede romper introduciendo un nuevo factor en la ecuación: la vida extraterrestre. Aunque, se me ocurre ahora, a lo mejor no soy ningún alien, sino solo un iluso prepotente por intentar comprender a la clase política sin intérprete ni pinganillo.

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