martes, 18 de enero de 2011

Túnez y los hematomas en mi pecho

          Cómo nos gusta. No acabo de comprender el placer que nos reporta, pero lo de darnos con el puño en el pecho y entonar el 'mea culpa' es algo que sin duda nos priva. Supongo que en cierto modo es egocentrismo o ansia de protagonismo. Somos como los antiguos que consideraban que la tierra era el centro del universo, solo que ahora es el mundo el que tiene su epicentro en nuestro salón de casa. Y así es que todo lo que ocurre en el planeta es culpa nuestra; y cuando no lo es, hemos contribuido a ello no haciendo nada cuando se podía haber hecho. La cosa es ser protagonistas del suceso ocurra donde ocurra y cuando ocurra.

          Y si hago esta reflexión es a propósito de Túnez y los acontecimientos que allí están teniendo lugar. Escucho decenas y decenas de opiniones y todas van derivando hacia lo mismo: Ben Ali y su mujer son los cabecillas de un régimen corrupto que ha llevado a Túnez a la ruina, y los europeos somos cuando menos cómplices porque sabíamos lo que allí ocurría e hicimos la vista gorda durante años. Igual que Haití, hacia donde solo empezamos a mirar cuando el terremoto remató lo que ya era un desastre. Y nos endiñamos tal ristra de golpes en el pecho que nos salen hematomas. Y de nuevo narramos el mundo como la historia en la que nosotros somos los únicos protagonistas; y terminamos reconociendo con cara de circunstancias que podríamos haber evitado el holocausto judío de no haber ignorado lo que a todas luces era ya evidente para cualquiera.

          Pues bien; llámenme políticamente incorrecto, o cualquier otra cosa que no pueda considerar un cumplido, pero entiendo perfectamente que hayamos hecho la vista gorda en Túnez. Y no solo eso, sino que me parece muy bien que así haya sido. Resulta que el mundo es algo más grande que nuestro barrio, y que en él caben no solo diferentes idiomas y culturas, sino también diferentes estándares y baremos a la hora de medir lo que está bien y lo que no lo está tanto. Y si es verdad que al lado de Ben Ali y su mujer, episodios como Filesa y Gürtel no pasan de chascarrillos de barra de bar; también lo es que Túnez no debe ser comparado con nuestro pais, sino con los paises de su entorno y circunstancias. Cada vez que evaluamos al régimen tunecino de acuerdo a lo que nosotros consideramos aceptable o no, lo que hacemos en verdad es sacar las cosas de su contexto e impedir un análisis medianamente aceptable. Es como si juzgamos a Alfonso X el sabio desde una perspectiva actual; convertiremos en dos frases a uno de los grandes valedores de nuestra cultura en un dictador despiadado, machista y xenófobo. Y nueva somanta de golpes en el pecho por no habernos levantado en armas para derrocar a semejante energúmeno.

          Basta con mirar un mapa de la zona para entender a dónde quiero llegar. En el país de los ciegos el tuerto es el rey, y con vecinos como Libia o Argelia fijarse en la corrupción de Túnez es como suspender por faltas de ortografía al único de la clase que sabe escribir. Hablamos de un país en el que, a diferencia de los paises de su entorno, la mujer goza de libertades y derechos casi al modo europeo. Un pais en el que los jóvenes pueden adquirir formación universitaria seria, y no adoctrinamiento de ulemas en madrasas. Hablamos de hecho del único país de su entorno que ha colaborado activamente con nuestras fuerzas de seguridad y servicios de inteligencia ya no solo en intentar paliar la emigración ilegal a Europa desde África, sino en la lucha contra el terrorismo islámico. ¿No parece comprensible pues que evitar la corrupción y llevar la democracia a Túnez no se encontrase entre nuestras prioridades más inmediatas?

          Y claro que entiendo que para el pueblo tunecino no sea suficiente. Y por supuesto que apoyo que los ciudadanos aspiren a una verdadera democracia. Y sin dudarlo estoy de su parte en esta lucha, y también me parece insuficiente cambio el gobierno provisional de unidad. Pero de ahí a sentirme cómplice del régimen de Ben Ali hay un trecho enorme por el que no pienso avanzar; por muy solidario y guay que me sienta cuando me atiborro a guantazos en el pecho.

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