No es como si me quedasen pocos años, pero tal y como van las cosas, cada vez veo menos claro que llegue un día en el que pueda jubilarme.
Mucho se ha hablado en los últimos meses del problema demográfico que tenemos en España y de la necesidad de retrasar la edad de jubilación. Se nos ha presentado como una secuencia lógica inevitable; como una cosa que lleva a la otra cuando en realidad, a pesar de que ambas partes son verdad, debemos encararlas por separado si realmente queremos comprender la situación y poder, consecuentemente, hacer algo provechoso al respecto.
Empezando por la edad de jubilación: Ganaríamos mucho más dinero revisando porqué la edad real de jubilación aquí está en 63,5 años en lugar de 65; o favoreciendo la incorporación más temprana de los jóvenes al mercado laboral (obtener un título universitario supone en la mayoría de los casos permanecer como dependiente hasta los veinticinco años de media), pero el verdadero quiz de la cuestión está en que España necesita pedir dinero prestado. Según lo arriesgada que consideren la operación aquellos a los que se lo pedimos (los endiablados mercados que supuestamente conspiran contra nosotros), nos lo prestarán con unos intereses mayores o menores. Retrasar la edad de jubilación en España inevitablemente reducirá el importe que nuestro gobierno deba pagar en concepto pensiones dentro de unos años, lo que a los ojos de los que nos prestan dinero se traduce en mayor capacidad para devolverles lo suyo. Ergo, intereses más asequibles para nuestra economía. Y ya está.
Respecto al problema demográfico: Se supone que tenemos es un problema económico derivado del envejecimiento de nuestra demografía. Vamos, que si seguimos como estamos en menos de dos décadas no podremos pagar pensiones. Pero, me pregunto yo, ¿realmente se debe al envejecimiento?
Claro está que a mayor número de jubilados, más dificultad para pagar pensiones, pero a lo mejor es nuestro deber hacer otros números. En España a día de hoy tenemos una población activa que supera levemente los veinte millones de personas. Algo más de cuatro millones de estas personas están desempleadas, con lo que aportan nada a las arcas públicas, incluso una parte importante percibe dinero del Estado como prestación por desempleo. De los dieciséis millones de personas restantes, unos tres millones trabajan para el Estado en sus diferentes organismos, administraciones o empresas públicas. O sea; que tenemos a trece millones de personas cuya aportación debe cubrir tres millones de salarios (y no hablamos de salario mínimo interprofesional precisamente) y al menos dos millones de prestaciones de desempleo antes de destinar un solo céntimo de euro a hospitales, carreteras, escuelas o iluminación de espacios públicos. Entonces nos planteamos el pago de pensiones y ¿el problema es el número de jubilados? Lo siento, pero parece que por pocos que fuesen no íbamos a poder ofrecerles nada. Nuestro problema es de número de euros.
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