martes, 1 de marzo de 2011

El enésimo insulto

          Han vuelto a hacerlo. Y cada vez tengo menos aguante. Hasta no hace mucho me bastaba con denunciarlo; el hecho de saber que a mi no me la habían colado engrandecía mi autoestima; pero a base de tomaduras de pelo e insultos descarados a mi inteligencia, están consiguiendo que me desmorone. Me están generando complejos y hacen que me pregunte si es posible que me perciban como alguien tan redomadamente tonto sin serlo en realidad. Porque si algo está claro, es que cualquier persona en su sano juicio solo intentaría venderle lo de los límites de velocidad a alguien muy pero que muy lelo e ignorante...

          No quiero entrar en el fondo de la cuestión. Cualquiera con dos dedos de frente sabe que los coches actuales apenas perciben diferencia entre rodar a 110 o a 120 kilómetros por hora en una autovía. Tampoco quiero dar una charla sobre conducción eficiente, ni seré yo quien le explique a nuestros dirigentes que desde una perspectiva de optimización rendimiento/consumo/contaminación, 110 kilómetros por hora está por debajo de la velocidad ideal de trabajo para la inmensa mayoría de los motores que funcionan en nuestras carreteras. Carezco asimismo de los datos técnicos precisos para explicar ilustradamente cómo obtendríamos una reducción de consumo mucho mayor evitando cambios de velocidad (prueben a circular cinco minutos por cualquier autovía y cuenten las veces que la señalización les obliga a frenar y acelerar). Pero, sobre todo, no me gusta perder el tiempo explicando obviedades; y tengo mejores cosas que hacer que demostrarle a Zapatero o a nadie todo esto, que la tierra es redonda, o cualquier otra cosa que ya sepa (o al menos debería saber) perfectamente. Por ello tampoco voy a preguntar porqué ahora queremos reducir el consumo cuando el enfriamiento del consumo se supone que provocó la actual crisis; que no me fijé muy bien, pero juraría que el trabajador que me llenó el depósito el jueves por la tarde no era Gadafi, y el que me cobró después tampoco era Hussein de Jordania.

          Opto, pues, por creerme a pies juntillas lo que me cuentan. Esto es, asumir sin preguntas incordiosas que limitar a 110 kilómetros por hora la velocidad máxima en autovías va a hacer que consumamos un 15% menos de gasolina y un 11% menos de gas-oil; o, según sus propias estimaciones, 18 millones menos de barriles de crudo al año. Eso sí, no sin tirar luego de calculadora: Actualmente de un barril de crudo se obtienen, entre otras cosas, 79,5 litros de gasolina y 34 de gas-oil. Multiplicados por 18 y seis ceros detrás hablamos exactamente de un montonazo muy grande de litros. En una realidad optimista en la que tanto la gasolina como el diésel estuviesen a 1,20€/litro, y en la que de este importe solo la mitad fuesen impuestos, hablaríamos de un agujero anual de 1.225.800.000€ en las arcas públicas. Lo que, traduciendo a cifras más terrenales, significaría que solo entre el 7 y el 31 de marzo nuestras administraciones dejarían de recaudar 83.958.904€ (lo que vienen a ser casi catorcemil millones de pesetas).

          Solo cabe una interpretación para estas cifras: EL GOBIERNO NO PUEDE PERMITIR QUE SE CONSUMAN 18 MILLONES DE BARRILES DE CRUDO MENOS. Y podemos soñar con que, una vez más, nuestro gobierno se haya olvidado de echar números. Sería bonito imaginar que Elena Salgado coge su calculadora, hace las multiplicaciones que hice yo esta mañana, se le cambia el color del pelo y cuando recupera el aliento llama a José Luís y nos sirven en bandeja la enésima rectificación de la legislatura. Pero me da que esta vez no va a ser así. Me da la sensación de que esta vez sí que han echado números; que saben perfectamente que la medida no va a reducir el consumo de barriles (ni sus ingresos asociados) de manera perceptible, pero que sí que va a engordar la cifra de 460 millones de euros, que es lo que se recaudó el último ejercicio en sanciones de tráfico.

          Y yo siento que insultan mi inteligencia. Y no encuentro consuelo en ninguna parte. Cuando era niño y lloraba, mi abuela me decía que me iba a dar en el culo para que llorase por algo. Ahora que soy adulto y me quejo porque me insultan, Pepiño me llama friki anarcoide. Y no crean que no le agradezco el interés, pero es que ni con esas...

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