Parece que los políticos han decidido ponerse las pilas con las redes sociales. Las encuestas siguen denunciando el alejamiento cada vez mayor entre la sociedad y la clase política, y nuestros genios del márketing electoral se han decidido a resolverlo mediante facebook y twitter.
Y seguro que se quedan tan anchos, los tíos. Fijo que se piensan que con un paseo por las redes sociales por la mañana y una salida a la calle por la tarde a mezclarse con la chusma se resuelve el problema, y que sus votantes volverán a verles como los tipos cercanos y currantes que son.
Pero, una vez más, su infalible instinto y conocimiento profundo de la sociedad les han jugado una mala pasada, y de nuevo cambian bombillas cuando lo que falta es suministro eléctrico. Su problema no es que hagan o dejen de hacer las mismas cosas que hace todo hijo de vecino. Lo que les aleja de la sociedad hasta el punto de hacerles parecer extraterrestres es el hecho de que sus vidas se rigen por unas normas que nada tienen que ver con las del mundo real. Bueno, eso y que a todos casi sin excepción les huele el culo a loctite una barbaridad.
A los seres mortales del planeta que vivimos en el mundo real, nos toca responsabilizarnos por nuestro trabajo. Así en una empresa, cuando a un idividuo se le pone al frente de un departamento o una sección, no solo se le está dando luz verde para hacer y deshacer según su criterio, o nombrar o despedir a quien le parezca oportuno; también, y esto es lo más importante, se le responsabiliza de los resultados del departamento o sección en cuestión. Y si dicho departamento comete un fallo, el jefe de la empresa no le va a pedir explicaciones a ningún otro empleado. Llegados a este punto, el tipo dará una explicación más o menos plausible o aceptable, pero lo que nunca hará será defenderse afirmando que él no estaba al corriente de lo que se cocía en su sección. Hacerlo sería prueba irrefutable de su ineficiencia e incapacidad para dirigirla, y conllevaría inexorablemente un despido o al menos una invitación formal por parte del jefe a presentar su dimisión de manera inmediata.
Vamos, que a los que vivimos en el mundo real nos toca asumir nuestras responsabilidades y no se nos permite salirnos con evasivas cuando se nos pregunta por nuestros resultados o nuestro comportamiento en el trabajo. Y como no creo que me lea ningún político, me voy a ahorrar explicar lo que sucede en España cuando tu jefe te pregunta qué has hecho y tú le cantas una de Amaral.
Pues todo esto Rubalcaba nunca lo ha sabido. Y si lo supo, lo olvidó hace tiempo. Y no sólo él, también lo ignora Pablo Zalba, los del gürtel o los sufridos andaluces que no habían dado su primera bocanada de aire y ya estaban cotizando a la seguridad social. Y como ellos, todos los que aplaudían entusiasmados lo ingenioso del "sin tí no soy nada"; igual que los que enfrente ponían cara de haber encajado un gol sin que ninguno supiese responder que decir que sin gobierno la oposición queda anulada es una perogrullada digna de un enano intelectual.
Y seguro que más de uno al leer esto dice: ya, pero es que el que le preguntaba a Rubalcaba no era su jefe (para algunos incluso se tratará de un facha deplorable que no merece ser contestado de otra forma). Y a éstos les invito a pensarlo de nuevo. ¿Cómo que no? Todos y cada uno de los miembros del Congreso trabajan para usted y para mí; y no lo digo porque hoy me haya levantado con la chulería subida (que también), lo digo porque así lo estipula la Constitución. La soberanía es nuestra, y lo que hacen en el Congreso es representarnos a nosotros. Así cuando un miembro de la oposición (le haya votado usted o no) le hace una pregunta a un miembro del Gobierno lo hace en su nombre, y es a usted (le haya votado o no) a quien tiene la obligación de contestar, porque trabaja para usted.
Hoy conocemos que se ordenó dar el chivatazo a ETA desde el Ministerio del Interior. Todos sabemos lo que ocurriría en el mundo real con el máximo responsable del ministerio y, dada la magnitud de los acontecimientos, con el que le designó para el puesto. Nuestra clase política, en cambio, se queda a la espera; a ver si aparecen pruebas que incriminen directa e inequívocamente a alguno de los dos. Y ellos, mientras tanto, con el culo pegado a la silla con loctite; ajenos al hecho de que demostrar su total inocencia y desconocimiento de los hechos, no haría sino probar indiscutiblemente su incapacidad para dirigir sus respectivos "departamentos".
Pero, claro, no olvidemos que ellos tienen un jefe mucho más enrollado y guay que cualquiera de los nuestros. Un jefe que pase lo que pase les va a dar a PSOE y PP al menos veinte millones de votos. Con un jefe así, igual nosotros también apostábamos por el loctite en el culo, y por cantar a coro grandes éxitos del pop español.
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