Es curioso lo que puede llegar a disfrutar uno de los números, a pesar de ser más de letras que una sopa. Tal vez equivoqué mi orientación académica, o a lo mejor es así para todo el mundo, pero cada vez se me alegra más el espíritu cuando me encuentro cifras en las noticias de los periódicos. Supongo que es porque así como las palabras pueden tener varios significados e interpretaciones, con los números no hay interpretación que valga (por mucho que intenten colarla), y son un arma muchísimo más contundente que el mejor elaborado de los discursos.
Así, por ejemplo, me encontré la semana pasada una serie de datos sobre el cine español. Sobre ese pobre cine que está en crisis desde que tengo uso de razón, o desde que terminó la censura, o desde que Pajares y Esteso se hicieron mayores. Vamos, desde hace un montón de tiempo. La noticia hablaba de un descenso de cuota de pantalla del 3%. Contaba que si en 2009 más de un 15% de las pelis exhibidas en España habían sido producto nacional, en 2010 habíamos bajado a un 12,7%. También, por supuesto, había descendido la recaudación. Y de primera lectura sonaba al típico "éramos pocos y parió la abuela". Pero el artículo adjuntaba numeritos, con lo que tras armarme de refresco y palomitas, me puse a jugar con la calculadora un ratito.
Parece ser que el cine español está en crisis y ha tenido un año pésimo porque el pobrecito solo ha podido recaudar 80.277.621 euros en 2010. La cosa está muy mal porque tan sólo cinco títulos españoles superaron en recaudación los 4 millones de euros. Menuda desgracia. Me recuerda al pobre niño pijo que se fue a esquiar una semana y sus padres tan sólo le dieron 500 euros para gastos porque había suspendido tres en la primera evaluación.
Sarcasmos aparte; es inevitable preguntarse cómo es posible vivir una crisis tan grave con unas cifras tan envidiables; y la respuesta, una vez más, apareció en los números que encontré en el artículo a continuación: en 2010 se exhibieron en España 367 largometrajes españoles.
No se trata de una errata. 367. Trescientos sesenta y siete. Dos más que días tiene el año. El resto del mundo mundial, incluyendo las poderosísimas industrias de cine que hacen películas para el mundo entero, colocó en nuestras salas algo menos de 1.200 películas. Y nosotros, que hacemos cine para España y cuatro latinoamericanos, colocamos 367 y nuestros dos huevos encima de la mesa. Hollywood, que hace películas con audiencias potenciales de miles de millones de seres humanos, no ha exhibido en España el triple de películas que nosotros. Curiosamente, Hollywood no está en crisis ni requiere subvenciones para subsistir.
Se me ocurre que el cine español, en lugar de llorar a diestro y siniestro y cebarse con los internautas, tal vez debería repasar las normas básicas de funcionamiento de la oferta y la demanda. Es sencillo: en España (para qué buscar ejemplos fuera cuando los tenemos tan cerquita) durante años nos dedicamos a construír casas por doquier. Hoy nos referimos a aquellos tiempos como la burbuja inmobiliaria. Tantas casas construímos que la oferta llegó a superar con creces a la demanda, lo que hizo que el precio de la vivienda cayese en picado. Las consecuencias no creo que se las tenga que recordar a ustedes; pero lo que sí quiero resaltar es que nadie en todo el mundo ha tan siquiera sugerido como problema que los españoles invirtiesen menos dinero en vivienda.
Durante 2010, a pesar de la que nos estaba cayendo encima, los españoles tuvimos las santas narices de dejarnos algo más de 80 millones de euros en los cines en películas españolas. Y todavía nos lloran. Y todavía tenemos que darle parte de nuestros impuestos, como si fuese culpa nuestra que hayan encontrado en las carteleras su propia costa de levante.
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