Supongo que es inevitable que a medida que las cosas nos van a todos peor se radicalicen los discursos. Una cosa son las ideologías y maneras de entender la política con la barriga llena, y otra muy diferente cuando (tal y como leí hace no mucho en facebook) "nos sobra demasiado mes para llegar a fin de sueldo"; y eso los que lo tienen (el sueldo, claro está). Cuando apenas sobran dedos en la mano al contar los millones de parados que tenemos, o nos toca ampliar la hipoteca para llenar el depósito del coche; pierden importancia conceptos como la mesura, la tolerancia, el equilibrio o nimiedades como el hablar con propiedad. Y así es como el tono de las tertulias en radio y televisión ha ido cambiando y hemos pasado de ponderar la necesidad o el acierto de una medida o una propuesta concreta a posicionamientos del tipo "vale que los míos son unos cabrones, pero los tuyos son unos cabrones con pintas, y eso es mucho peor".
Hace unas semanas escuché a Salvador Sostres afirmar por televisión que la situación económica y social que tiene españa hoy era algo inevitable, más o menos que era la firma inequívoca de la izquierda. Y no era la primera vez que escuchaba algo así, ni fue la última; pero he de reconocer que sólo cuando lo escuché de la boca de semejante zoquete me di cuenta de la barbaridad que era, y del peligro que entrañaba.
Y bien es verdad que me cuesta escribir este artículo aclaratorio. A fin de cuentas no son pocos los que reciben ahora un poco de su propia medicina. Tras años en los que mostrar desacuerdo con el PSOE (gracias, sobre todo, al grupo Prisa) le convertía a uno en un facha casposo, y simpatizar con el PP en un amante de la corrupción y las guerras, o en un meapilas santurrón de los que ponen velas al caudillo; que ahora se le de la vuelta a la tortilla no deja de conllevar una cierta justicia. Pero no quiero caer en el revanchismo, por mucho que ese y no ningún otro sea el deporte nacional de los españoles. Opto por seguir apostando por la utopía de una democracia madura en España; y a esa sólo podremos llegar con representación seria de todas las ideologías. Es la única manera de que los ciudadanos contemos con verdaderas opciones a la hora de elegir, o con un parlamento en el que las diferentes corrientes se equilibren entre sí. Me resisto a pensar que un escenario así en nuestro futuro no sea viable, y eso es lo que me empuja a hacer las siguientes afirmaciones:
- La inacción ante la crisis y la espiral de endeudamiento retroalimentado no es la izquierda: Izquierda es, ante una crisis, priorizar las políticas sociales e incluso fortalecerlas a pesar de que ello pueda generar cierto endeudamiento y retrasar algo la recuperación de la economía. Ahora bien, no entender que sin recuperación de la economía no hay política social que valga no es izquierda, es estupidez. Margaret Thatcher decía que "nadie recordaría al buen samaritano si, además de buenas intenciones, no hubiese tenido dinero". Y poco importa aquí que la Thatcher fuese de derechas o no; en política hay que decidir cuánto se gasta en pescado y cuánto en cañas de pescar. La proporción hacia uno u otro lado marca la diferencia entre derecha e izquierda. Ocuparse sólo de uno o lo otro no indica ideología, sino mera incapacidad intelectual.
- Pensar que el fin justifica los medios no es la izquierda: supeditar la política, la justicia e incluso la decencia a intereses electoralistas no indica una u otra ideología; sólo ambición desmedida. Hacerle la cama a la policía en la lucha antiterrorista o negociar con ETA a espaldas de los ciudadanos en busca de una medalla ante el electorado son los actos de alguien que se siente incapaz de merecer el poder de ningún otro modo; pero carente de la dignidad suficiente como para, a pesar de ello, renunciar a tenerlo.
- El burdel andaluz no es la izquierda. Es endiosamiento y carencia de principios. Gobernar una comunidad durante décadas sin que al electorado parezcan importarle los resultados llega a hacerle pensar a uno que puede hacer lo que le venga en gana. La diferencia entre pensarlo y hacerlo no es ideológica; la marca la decencia.
- La mentira no es la izquierda. Y responder a preguntas directas con referencias a canciones de Amaral tampoco. Es desfachatez e ignorancia. Es, por supuesto, absoluto desprecio a la verdad.
- Confundir igualdad de derechos y oportunidades con igualdad a secas no es la izquierda; es incapacidad mental. Al igual que confundir el derecho de todo ser humano a ejercer un puesto de responsabilidad con el que cualquiera sea capaz de hacerlo. Así nuestro gobierno y su consejo de ministros es un homenaje a la mediocridad, pero no es un gobierno representativo de la izquierda.
Y podría seguir durante párrafos y párrafos, pero tampoco quiero dedicar el resto de mis días a esta entrada. Resumiré pues en una frase: este gobierno y este PSOE no son la izquierda que queremos y necesitamos ni, de hecho, ninguna izquierda.
Y pueden parecer obviedades, pero en estos tiempos en los que la linea divisoria entre derecha e izquierda es tan difusa y cambiante (no olvidemos que hace tan solo 40 años cualquier discurso que no rechazase de manera frontal e intransigente el capitalismo era considerado de derechas o, dicho de otro modo: para el PSOE pre-Suresnes, ZP, Rubalcaba, Pajín, Chacón y demás familia debían sentarse entre los miembros del movimiento y no en la oposición) es fundamental que intentemos mantener las ideas claras, no mezclar churras con merinas, y no llamar izquierda o derecha a lo que no es ni lo uno, ni lo otro, ni todo lo contrario.
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