Curioso lo que puede llegar a pasársele a uno por la
cabeza...
Disfrutaba yo el otro día de un día más de mis
vacaciones (espero que merecidas, aunque eso no me toca valorarlo a mi) cuando
tuve la suerte o la desgracia de toparme con Alfredo Pérez Rubalcaba... No
puedo decir que me sorprendiese, ya que voy a menudo al lugar en el que siempre
pasa él sus vacaciones con su familia y, de unos años a esta parte, con los
Lissavetzky; pero sí que, a pesar de lo poco inesperado, echó a andar a mi
imaginación...
Lo primero que me pasó por la cabeza fue acercarme a
él y decirle ese par de cosas que a casi todos nos apetecería soltarle a algún
miembro de la partitocracia, especialmente a uno tan relevante como el excelentísimo
líder de la oposición. Sinceramente no creo que ese tipo de manifestaciones
sean correctas o sirvan para gran cosa pero, si he de ser honesto, creo que por
encima de todo me faltaron agallas. Que ya no es solo que no sea yo de
naturaleza bravucona, es que el séquito de escoltas que le acompaña le quita a
uno las ganas de acercársele a nada que no sea darle los buenos días y besar
sus santísimas posaderas. No es que tengan pinta de tíos a agresivos o nada de
eso, pero el hecho de que sean varios y grandes... A poco buenos que sean en su
trabajo, mejor no andarse con tonterías... Pero el no haberme atrevido, no
impidió que me imaginase qué habría podido suceder de haberle echado un par de
huevos; y lo primero que me vino a la cabeza es lo cerca que está el cuartel de
la Guardia Civil, y lo rápido que me habrían escoltado los guardaespaldas a
hacerle una visita. Que para escoltar están. Normal. Vaya un lío estupendo en
el que me habría metido mi temeridad.... Rubalcaba es un personaje público, sí;
pero el hecho de que sea público no significa que podamos hacer con él lo que
nos venga en gana. Al igual que uno no puede defecar en la vía pública, por muy
de todos que sea, tampoco debe ser legal cagarse en los muertos de ninguna
persona, por pública que sea su existencia, pase lo que pase en Telecinco.
Pero entonces tuve una ocurrencia malévola... Bien
podía convocar a varias decenas de amigos que de seguro estarían encantados de
decirle un par de cositas al susodicho. Entonces podíamos hacer eso que de
hacerlo yo solo sería un claro delito, pero al ser muchos llamarlo
"escrache" e irnos de rositas... Mmmm... Tentador...
Enseguida caí en la cuenta... No puede llamarse
"escrache" si el objeto del delito es Rubalcaba. Medio centenar de
personas vociferando insultos a la puerta de la casa en la que se encuentra
Rubalcaba con su familia no sería un "escrache". Un grupo de
indignados acosando a los Rubalcaba y Lissavetzky en su lugar de descanso no
sería un "escrache". Y no sería porque lo del término "escrache" sea
una falsedad tras la que se ocultan delitos flagrantes (que lo es) sino porque
Rubalcaba es del PSOE. De la supuesta izquierda. Y cualquiera con dos dedos de
frente sabe que el término "escrache" solo aplica cuando el objeto de
la "acción popular" (creo que así lo denomina Ada Colau, corríjanme
si me equivoco) es del PP, o de derechas, o un puto facha de mierda, vaya, que
se supone que al final vienen a ser lo mismo...
Un "escrache" a Rubalcaba sería un
deleznable acto violento de un grupo de extrema derecha. Y tampoco es que tenga
yo mayor problema con que me califiquen como de extrema derecha, sabiendo que
en España así es como se califica a todo hijo de vecino que no sea de
izquierdas o al menos de la supuesta izquierda del PSOE; pero es que los
insultos y cagamentos siendo Rubalcaba el objeto serían consignas neonazis, y
por ahí ya no paso...
Y así es como mi imaginación me llevó una vez más a
la reflexión. A los dobles raseros que aplicamos en las dos Españas, y en el
difícil arreglo que tiene todo esto... Porque verdad es que hay dos Españas,
pero no son las que nos vienen a la cabeza. La casta ha conseguido que sigamos
viendo dos Españas, y que los de la una culpemos indefectiblemente de nuestros
males a la otra. Y así para unos el problema son los rojos, y para los otros lo
son los fachas. Y mientras sigamos viéndolo así, persistirá el problema. Que no
es otro que la misma existencia de otras dos Españas: la nuestra, y la de la
casta...