viernes, 16 de agosto de 2013

Invertir en talento

Todos los recortes, por necesarios que los considere en algunos casos, me preocupan y desvelan; pero si hay una partida en particular cuya reducción me genera mayor inquietud, es sin duda la destinada a Investigación y Desarrollo (bueno, e innovación, que lo de “I+D” sonaba tan a siglo XX que hemos tenido que añadir “+i” para adaptarnos a los tiempos. Valiente mamarrachada).

Claro está que el futuro a medio y largo plazo depende enteramente de ello. La crisis actual viene de una crisis financiera provocada por los abusos de la banca de inversión; pero no debemos olvidar que estos abusos llegaron porque nuestras economías requerían de unos niveles de crecimiento de la actividad económica inalcanzables fuera de una burbuja. Vamos, que el modelo socialdemócrata de nuestros estados del bienestar no daba más de sí, porque era insostenible prácticamente desde que se concibió. Y tal vez sea más reconfortante limitarse a pensar que si las cosas van  mal es por los millones que Bárcenas se llevó a Suiza o por los que los de los ERE se gastaron en putas y cocaína; pero ni recuperándolos íntegramente y anulando todos los gastos de las administraciones y pagos a cargos políticos de toda índole llegaríamos a tapar una mínima parte del agujero en el que nos hemos metido. Vale que estaríamos menos mal, pero no solucionaríamos así el problema. Necesitamos un nuevo modelo productivo para nuestra economía, y eso solo puede llegar como fruto de la inversión en I+D (+i, of course)…

Así las cosas, ya no se trata de una cuestión ideológica o de una opinión personal discutible: España necesita apoyar firmemente la investigación y el desarrollo; porque solo estableciendo industrias innovadoras y punteras podremos llegar a contar en el futuro con una economía que permita unos servicios sociales que recuerden lejanamente a los que gozamos hoy. Ahora bien, no bastará con que llegue un gobierno dispuesto a dar un giro en ese sentido. Ya que tanto nos gusta el palabro “sostenible”, nosotros por nuestra parte debemos cambiar nuestra mentalidad si es que queremos que nuestro país genere un sector de Investigación y Desarrollo que se pueda sostener en el tiempo. Porque no sirve con que se destine una partida presupuestaria; sino que es necesario que esa partida se invierta de manera productiva y eficiente. Que se elijan los proyectos y los individuos con mayor potencial para la innovación aplicable, y se destinen nuestros dineros a los centros con mejores medios y las personas más cualificadas y preparadas; si es que queremos que nuestra inversión genere como retorno industrias que puedan fortalecer nuestra economía y crear empleo para no pocos ciudadanos. Y tal vez para la mayoría esto suene a perogrullada, pues claro que tenemos que invertir en talento, pero no tardarán en llegar los demagogos populistas que no entienden esto de la democracia (más que nada porque su ideología no es físicamente aplicable fuera de un sistema totalitario) para hacernos ver que actuar de ese modo es un flagrante acto de discriminación inaceptable y  a todas luces deleznable.

Estos no ven (o no quieren ver) más allá de la inmediatez, y así es que como el dinero público es de todos, pues debe ser para todos sin excepción. Y no aceptarán que el Estado invierta en que unos cuantos investiguen y desarrollen, por mucho beneficio que pudiera suponer para el conjunto de la sociedad a medio o largo plazo; o se reconoce el derecho universal indiscutible de todo hijo de vecino al que se le ponga en la punta del fistro investigar con cargo a fondos públicos, o con el dinero de todos no investiga ni dios.


Y si piensan que exagero, piénsenlo dos veces. ¿Acaso recuerdan en qué momento pasamos de hablar de la necesidad de que el Estado apoyase a aquellos que quisieran estudiar en la universidad pero careciesen de medios, a hablar como hablamos hoy del derecho indiscutible de todo ciudadano español a obtener una licenciatura a cargo del presupuesto público? A la generación de nuestros padres les resultaría descabellado en su momento imaginar que alguien pudiese protestar porque se exigiese un 6.5 de media para becar a una persona sin medios para que pudiese acceder a la universidad. Seguramente incluso más descabellado de lo que nos resulta hoy pensar que nuestros hijos tal vez se manifiesten un día porque algún facha cabrón pretenda establecer requisitos para que un ciudadano cualquiera reciba fondos para Investigación… Si llegamos a ello, nuestro futuro será negro. Muy negro…