Finalmente habló Rajoy la semana pasada... Tanto exigía su
comparecencia la oposición que tal vez incluso alguno llegase a pensar que
podría servir para algo; que cabía alguna posibilidad de que el escándalo de
Bárcenas sonrojase mínimamente al Presidente del Gobierno... Menudo jarro de
agua fría...
La impunidad de nuestros dirigentes es total. A todos
nuestros políticos, siempre que se refieran a un tercero, se les llena la boca
explicando en plan Barrio Sésamo las diferencias entre las responsabilidades
judiciales y las responsabilidades políticas; y sin embargo lo olvidan
fulminantemente en cuanto son ellos los que se encuentran en el punto de
mira... Pregúntenles, pregúntenles ustedes por ejemplo a Camps y a Blanco.
Comprobarán que ambos consideran que la responsabilidad política del otro es
manifiesta independientemente de lo que hayan dicho los tribunales, mientras
que para su propio caso la justicia ha demostrado indefectiblemente su
inocencia y resultaría injusto e incluso antidemocrático pretender cualquier
tipo de medida alguna sobre sus personas...
Y así es como Rajoy puede permitirse incluso ponerse chulito
al comparecer en el Senado. No en vano todos en la cámara saben perfectamente
que lo de Bárcenas no es un problema de robos o de engaños; que de lo que se
trata únicamente es de financiación ilegal del PP. Pero, claro, todos los que
tiene enfrente Rajoy pertenecen a su vez a partidos que se financian (digámoslo
así en plan eufemístico para evitar meternos en problemas) como se financian
los partidos políticos en España. Y como parece que en todas las casas cuecen
habas, pues como que ninguno se va a poner a indagar demasiado en el asunto.
Antes montan una moción de censura que una investigación seria, profunda y
rigurosa; que no están por la labor de tirar piedras sobre su propio tejado...
Rajoy hará, pues, lo que los miembros de la casta hacen en
este tipo de circunstancias: olvidar eso de la responsabilidad política hasta
la próxima ocasión en la que sea el de enfrente el que sea descubierto nadando
estilo mariposa en una cloaca. Se aferrará a su inocencia por aquello de que
cualquier español lo es mientras un tribunal no demuestre lo contrario. Y lo
dirá como lo dicen todos siempre: con gesto de convencimiento exhibiendo el más
absoluto descaro. Como si los españolitos de a pie no supiésemos que son ellos
los que designan a dedo a los miembros de las más altas instancias judiciales;
o se nos escapase lo poco dado que es el ser humano a morder la mano que le da
de comer.
Pero, si he de ser sincero, no escribiría una entrada si se
tratase únicamente de denunciar una vez más la falta de independencia del poder
judicial en España o la infinita desvergüenza de la casta partitocrática. Que
por esencial que resulte la denuncia, uno se cansa de tanto repetirse. Lo que
quiero abordar hoy es que "dependencia" judicial y cara-dura no son
suficientes para generar la impunidad de la que gozan. Y lo triste y lamentable
es que lo que falta lo ponemos nosotros...
Cuando leemos en prensa casos de políticos de otros países
que dimiten al destaparse "nimiedades" que de ser el político español
no valdrían un titular, la indignada pregunta siempre es la misma: ¿Por qué los
de aquí no se comportan así? Unos lo explican exponiendo los fallos del sistema
que impiden la separación de poderes, otros se centran en la supuesta
desvergüenza congénita del español, en contraste con cierta honradez genética
que incluso los políticos corruptos en el extranjero parecerían tener. Y por
supuesto que un sistema verdaderamente democrático ayuda, y no negaré yo que en
España tenemos algún que otro campeón del mundo de solidez facial; pero lo que
tendemos a obviar es que el político extranjero pillado "in fraganti"
dimite, por encima de todas las cosas, porque desde el momento en el que lee
los titulares dedicados a su persona sabe positivamente que su carrera política
ha llegado a su fin. Sabe que de no hacerlo el castigo en las urnas para él y
su partido será una humillación descomunal, y así es que opta por pirarse por
su propio pie, sabedor de que de no hacerlo los votantes le echarán a patadas
en el culo.
Sobra explicar que nosotros no lo vemos así. Que se nos
olvidó leernos esa parte del contrato que supone la democracia representativa.
Aquí en España, después de que en el 93 votásemos al partido de Filesa, los
papeles del CESID y el terrorismo de Estado; a nadie sorprendió que en 2011
diésemos la mayoría absoluta a la panda del Gürtel. La responsabilidad política
debemos aplicarla nosotros, y mientras no lo hagamos no podemos esperar que
nazca en la casta por gracia divina. En otras palabras: la impunidad absoluta
se la damos nosotros.