domingo, 4 de agosto de 2013

Posibilitar la impunidad

Finalmente habló Rajoy la semana pasada... Tanto exigía su comparecencia la oposición que tal vez incluso alguno llegase a pensar que podría servir para algo; que cabía alguna posibilidad de que el escándalo de Bárcenas sonrojase mínimamente al Presidente del Gobierno... Menudo jarro de agua fría...

La impunidad de nuestros dirigentes es total. A todos nuestros políticos, siempre que se refieran a un tercero, se les llena la boca explicando en plan Barrio Sésamo las diferencias entre las responsabilidades judiciales y las responsabilidades políticas; y sin embargo lo olvidan fulminantemente en cuanto son ellos los que se encuentran en el punto de mira... Pregúntenles, pregúntenles ustedes por ejemplo a Camps y a Blanco. Comprobarán que ambos consideran que la responsabilidad política del otro es manifiesta independientemente de lo que hayan dicho los tribunales, mientras que para su propio caso la justicia ha demostrado indefectiblemente su inocencia y resultaría injusto e incluso antidemocrático pretender cualquier tipo de medida alguna sobre sus personas...

Y así es como Rajoy puede permitirse incluso ponerse chulito al comparecer en el Senado. No en vano todos en la cámara saben perfectamente que lo de Bárcenas no es un problema de robos o de engaños; que de lo que se trata únicamente es de financiación ilegal del PP. Pero, claro, todos los que tiene enfrente Rajoy pertenecen a su vez a partidos que se financian (digámoslo así en plan eufemístico para evitar meternos en problemas) como se financian los partidos políticos en España. Y como parece que en todas las casas cuecen habas, pues como que ninguno se va a poner a indagar demasiado en el asunto. Antes montan una moción de censura que una investigación seria, profunda y rigurosa; que no están por la labor de tirar piedras sobre su propio tejado...

Rajoy hará, pues, lo que los miembros de la casta hacen en este tipo de circunstancias: olvidar eso de la responsabilidad política hasta la próxima ocasión en la que sea el de enfrente el que sea descubierto nadando estilo mariposa en una cloaca. Se aferrará a su inocencia por aquello de que cualquier español lo es mientras un tribunal no demuestre lo contrario. Y lo dirá como lo dicen todos siempre: con gesto de convencimiento exhibiendo el más absoluto descaro. Como si los españolitos de a pie no supiésemos que son ellos los que designan a dedo a los miembros de las más altas instancias judiciales; o se nos escapase lo poco dado que es el ser humano a morder la mano que le da de comer.

Pero, si he de ser sincero, no escribiría una entrada si se tratase únicamente de denunciar una vez más la falta de independencia del poder judicial en España o la infinita desvergüenza de la casta partitocrática. Que por esencial que resulte la denuncia, uno se cansa de tanto repetirse. Lo que quiero abordar hoy es que "dependencia" judicial y cara-dura no son suficientes para generar la impunidad de la que gozan. Y lo triste y lamentable es que lo que falta lo ponemos nosotros...

Cuando leemos en prensa casos de políticos de otros países que dimiten al destaparse "nimiedades" que de ser el político español no valdrían un titular, la indignada pregunta siempre es la misma: ¿Por qué los de aquí no se comportan así? Unos lo explican exponiendo los fallos del sistema que impiden la separación de poderes, otros se centran en la supuesta desvergüenza congénita del español, en contraste con cierta honradez genética que incluso los políticos corruptos en el extranjero parecerían tener. Y por supuesto que un sistema verdaderamente democrático ayuda, y no negaré yo que en España tenemos algún que otro campeón del mundo de solidez facial; pero lo que tendemos a obviar es que el político extranjero pillado "in fraganti" dimite, por encima de todas las cosas, porque desde el momento en el que lee los titulares dedicados a su persona sabe positivamente que su carrera política ha llegado a su fin. Sabe que de no hacerlo el castigo en las urnas para él y su partido será una humillación descomunal, y así es que opta por pirarse por su propio pie, sabedor de que de no hacerlo los votantes le echarán a patadas en el culo.


Sobra explicar que nosotros no lo vemos así. Que se nos olvidó leernos esa parte del contrato que supone la democracia representativa. Aquí en España, después de que en el 93 votásemos al partido de Filesa, los papeles del CESID y el terrorismo de Estado; a nadie sorprendió que en 2011 diésemos la mayoría absoluta a la panda del Gürtel. La responsabilidad política debemos aplicarla nosotros, y mientras no lo hagamos no podemos esperar que nazca en la casta por gracia divina. En otras palabras: la impunidad absoluta se la damos nosotros.