Nunca he ocultado mi aversión hacia Zapatero y los suyos; pero como después de todo uno es humano y no le gusta ni que le vinculen automáticamente a un partido (por muy popular que sea) ni mucho menos que se viertan sobre su persona sospechas de simpatizar con el franquismo; tampoco consideré oportuno ponerlo negro sobre blanco e ilustrar porqué me generan tanto rechazo o qué me empuja a afirmar sin duda de ningún tipo que estaremos todos muchísimo mejor cuando se hayan ido. Ahora bien, viendo que ni siquiera tras los resultados del domingo está la Nueva Vía del PSOE dispuesta a quitarse de en medio de una vez, no me queda otra opción.
No convocar elecciones generales tras el varapalo espectacular de las municipales y autonómicas es, sin lugar a dudas, un ejercicio de irresponsabilidad que me ha sorprendido incluso a mí, que hace años ya que no doy apenas ningún crédito a este gobierno que nos ha tocado padecer. Afirmar sin pudor que "comprenden y asumen" el castigo de las urnas y seguir como si aquí no hubiese pasado nada, es por varios enteros la mayor desfachatez con la que Blanco, Rubalcaba y Zapatero nos han deleitado hasta la fecha. Es como aquél al que quitaron los puntos y se quedó sin carné; que reconoció con gesto serio que se lo habían quitado, pero no dejó de conducir, porque ni con esas lo había asumido. Y eso tras una semana en la que, a raíz de las acampadas del 15M y demás, se les llenó la boca afirmando a diestro y siniestro que debían escuchar al pueblo.
Pero si necesitamos que Zapatero convoque elecciones cuanto antes no es para que al menos pueda retirarse con un mínimo de dignidad. Es, sobre todo, porque los votantes así se lo han pedido (y el que piense intentar explicarme que eso no es lo que se votaba el domingo, que me explique antes qué han hecho mal absolutamente TODOS los alcaldes y presidentes autonómicos del PSOE que les ha hecho merecedores de estos resultados). Y si los votantes se lo piden no es sólo porque tengamos cinco millones de parados; es porque no tienen ninguna confianza en que Zapatero y su equipo puedan evitar que dentro de seis meses tengamos varios cientos de miles más. Y pueden ZP y los suyos escudarse todo lo que quieran en la internacionalidad de la crisis, pero la desconfianza se la han ganado ellos solitos a pulso. Los españoles saben apretarse el cinturón y apechugar con las vacas flacas; ahora bien, lo que no van a admitir es la mentira constante y las falsas esperanzas. Lo que le han dicho al gobierno el domingo es que no están dispuestos a escuchar ni una vez más eso de que el paro ha tocado techo, o por enésima vez que hoy es el día que empieza la recuperación económica. Lo que significan los resultados del domingo es que no queda un ápice de confianza en nuestros dirigentes y que estamos hartos de que las únicas medidas que se toman ante la situación las suframos siempre los mismos, y encima no funcionen.
Y no se crean que me sorprende ni un poquito la capacidad de Zapatero para ignorar todo esto; pero no intuír el panorama que le espera ya no sería la "sordera política" que le atribuye Pedro J., sería inconsciencia elemental. ¿Acaso se cree que quienquiera que sea designado candidato a las generales por el PSOE va a permitir que Zapatero lleve a cabo esas reformas que, según él, le fuerzan a agotar la legislatura? ¿Tal vez sueña con que los mercados internacionales responderán a la portada del Washington Post con los jóvenes manifestándose contra las instituciones y el varapalo electoral otorgándole un voto de confianza? Pues no; que la incapacidad supina de Zapatero ha quedado patente demasiadas veces como para ponerla ahora en tela de juicio, pero ni siquiera él es tan ciego. Lo que pasa es que ZP sigue convencido de que puede pasar a la historia como un gran presidente y, a falta de opciones, apuesta al todo o nada por ser el que traiga la paz al País Vasco. Y poco importan los medios, aunque de eso mejor hablamos otro día.
Lo que ignora Zapatero es que ya tuvo la oportunidad de convertirse en un grandísimo presidente para España, y que en su momento prefirió no hacerlo. Si una verdad dijo durante la reciente campaña, es que la crisis actual es resultado del modelo económico establecido por Aznar a partir de 1996. España estaba hundida, y una economía prácticamente congelada necesitaba calentarse de la manera más drástica e inmediata posible. Así se hizo y así experimentamos el crecimiento y la prosperidad que hoy recordamos con tanta añoranza. En 2004 al modelo le quedaba bastante poco más que ofrecer, y pasar del calentamiento al sobrecalentamiento era cuestión de meses o, a lo sumo, un par de años. Y si esto no lo sabía Zapatero, Solbes sí que lo sabía; y no duden ni un segundo que se lo dijo a ZP en reiteradas ocasiones. Con la economía creciendo y generando empleo casi por inercia era el momento de afrontar las reformas estructurales de las que tanto hablamos hoy. Además, contaba con el respaldo social para ello con el que no contará jamás ningún presidente del PP. De haberlo hecho, habríamos sufrido la crisis, sí; pero seguro que nuestra situación actual no sería la presente. Sin embargo optó por dejarlo estar y adjudicarse las medallas de crecimiento y empleo que aún generaba el modelo antes de expirar; luego vino una crisis de una magnitud sin precedentes y el resto de la historia no se la tengo que contar a ustedes.
Y poco importa lo que habría hecho Rajoy de ganar las elecciones en 2004, o lo que hayan hecho otros líderes mundiales en situaciones parecidas. Ni yo vivía en otros países, ni Rajoy era mi presidente. Zapatero es quien tuvo la oportunidad de llevar a cabo las reformas que nuestro país necesitaba y necesita de manera urgente y eligió no hacerlo. Y es por esto, y por todo lo demás, que siento la profunda aversión que me inspira Zapatero.
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