jueves, 19 de mayo de 2011

No es oro todo lo que reluce

          Permítanme anunciar una novedad antes de entrar en materia: al final de esta entrada encontrarán ustedes un enlace a través del cual podrán escuchar la siguiente entrada (y todas las anteriores)

          ¡Qué pasada! Tras siete años en los que parecía que los españoles habíamos perdido nuestra capacidad para movilizarnos, protestar o simplemente decir "esta boca es mía"; proliferan por toda nuestra geografía campamentos como el de la Puerta del Sol; desde los que se dice a los españoles "no les votes", o se les exige a nuestros gobernantes una "democracia real ya". Y luego analizaremos lo acertado o desafortunado de los mensajes o las intenciones; pero el simple hecho de que los jóvenes se hayan echado a la calle, por mucho que hayan tardado, es algo a celebrar. Cualquier acto que les recuerde a nuestros políticos que somos algo más que peones en este juego de las sillas que se han montado con los escaños del Congreso, es indiscutiblemente bueno.

          Y como, cada vez más, lo que resulta bueno para nosotros tiende a no serlo tanto para nuestra secta política; a nuestros gobernantes les ha faltado tiempo para reaccionar. Por un lado, los más flipados de nuestro panorama electoral han pretendido sumarse a la movilización. Así Tomás Gómez, por ejemplo, sigue hablando de aquellos que tienen poder en tercera persona; como si ser el secretario general del partido político más importante de España en la región capital de la nación no supusiese ningún poder, o fuese comparable a ser empleado de una panadería de barrio, o a currar en un taller mecánico. Cayo Lara, pretendiendo asimismo estar en misa y repicando al mismo tiempo, también entiende que la cosa no va contra él. No sé en qué fórmulas matemáticas basa su razonamiento, pero asume que dirigir un partido que participa del gobierno en alguna comunidad autónoma y diversos ayuntamientos por toda España, no le convierte automáticamente en miembro del establishment político hacia el que se dirige esta movilización. Pero bueno, tampoco nos vamos a sorprender ahora, tratándose de políticos suficientemente cegados como para seguir apostando hoy por una izquierda trasnochada que para el mundo real feneció hace ya varias décadas. Por su parte, los políticos con los pies más en la tierra (o tal vez deberíamos decir menos alejados de ella) no se lo han pensado dos veces, y presionan a la junta electoral central para que se desmantele todo el movimiento por las buenas, las malas o las peores si es necesario.

          Y aunque me alegra sobremanera todo lo que está ocurriendo, es un sentimiento agridulce; ya que por mucho que me gustaría, no puedo sumarme al movimiento. Y no puedo hacerlo porque, a pesar de que apenas han presentado propuestas o demandas concretas, estoy en desacuerdo con lo poco que hemos sabido hasta el momento. Por una parte se ha blandido el eslogan "no les votes", que a pesar de no ser un llamamiento a la abstención (tal y como algunos han creído entender) sí que pide que no se vote a los dos grandes partidos, pero que sí que se haga a los partidos minoritarios; asumiendo a ciegas que su menor tamaño y participación de la vida política hasta la fecha les convierte por algún oscuro motivo en partidos mejores o más dignos de fiar. Por otro lado, también se ha presentado la demanda de una Democracia Real Ya. Parece que no pocos de los que hoy acampan por toda España pretenden que esta movilización sea una más de las que se vienen produciendo por el norte de África; pero ni esto es África, ni aquí nos enfrentamos a ningún régimen totalitario. Lo que tenemos aquí es ya una democracia, y si no resulta todo lo real que a ellos les gustaría, o padecemos "el sistema bipartidista al que (según dicen) nos tienen sometidos", no podemos achacarlo únicamente a nuestra clase política y olvidar la participación que los ciudadanos, como votantes, tenemos y hemos tenido en todo ello. Nuestra democracia debe mejorar muchísimo, pero esperar que esta mejora se produzca como resultado de una acción unilateral por parte de las instituciones es pueril y utópico. Lo que necesita nuestra democracia es que los ciudadanos aprendamos a votar con criterio. Esto es no solo leer, sino comprender e interiorizar los diferentes programas ofrecidos por los distintos partidos y exigir luego su cumplimiento. Nuestra democracia necesita que entendamos que todos los diputados nos representan a nosotros, y no solo aquellos a los que hemos votado, sin buenos y malos; y que, en consecuencia, solo debemos aplicar un único rasero ante la mentira o la corrupción: la más absoluta de las intolerancias. Obviar todo esto y presentar el problema como una conspiración por parte de unos poderes oscuros que nos manipulan a su antojo, es evadir nuestra responsabilidad y renegar del buen ejercicio de nuestras funciones en la operativa de la democracia, exactamente igual que hace esa clase política a la que se dirige la protesta.

          Y como muestra, un botón: Al igual que los manifestantes quieren ver conspiraciones ajenas a cualquier responsabilidad propia, lo mismo hace nuestra clase política, investigando a ver quién está detrás de la movilización; buscando poderes oscuros que manipulan a la población para hacerles daño movidos por intereses maquiavélicos. Intentan comprender quién sale más beneficiado de todo esto para así adivinar quién está detrás; sin darse cuenta de que no hay conspiraciones ni planes perversos; sino que, a la luz de nuestra historia más reciente, esto parece simplemente un resultado inevitable.

          Me explico: durante los primeros años del presente siglo, parecía que los españoles habíamos perdido el miedo a salir a la calle a protestar cuando no nos gustaba lo que hacían nuestros gobernantes. Así nos echamos a la calle ante la que consideramos errónea gestión del desastre del Prestige; a mostrar nuestra total disconformidad con la guerra de Irak, o cuando nos consideramos engañados tras los atentados del 11M. Tres días después hubo cambio de gobierno y cambiaron las tornas. Con Zapatero en la Moncloa, toda la maquinaria mediática afín a la calle Ferraz se puso las pilas, y en menos que canta un gallo mostrar cualquier tipo de disconformidad con el gobierno, le convertía automáticamente a uno en un facha deleznable (o en uno del PP, que pasó a ser lo mismo). Y no me tomen por exagerado, pregúntenle si dudan a Joaquín Leguina, que en un par de telediarios pasó de ser un socialista nada sospechoso de inclinaciones hacia la derecha de ningún tipo a ser un facha, un traidor y un amiguito del alma de Esperanza Aguirre. Sólo así se explica que, especialmente desde la llegada de la crisis, pareciese que no nos importaba que nos quedásemos sin empleo, o que cerrasen las empresas, o que recortasen las pensiones, o que redujesen el sueldo a funcionarios, o que nos retrasasen la edad de jubilación, nos insultasen, nos tomasen por idiotas, nos mintiesen o convirtiesen a nuestro país en el hazmerreír de la política internacional. Hoy basta con acercarse a cualquiera de los campamentos organizados por toda España para comprender que sí que nos importaba, pero que no decíamos nada porque nos creimos que no estar de acuerdo con ZP, era estar del lado del PP; y antes muertos que favoreciendo a los herederos de Franco.

          Hoy, con el "no les votes" y el "democracia real ya" hemos encontrado la fórmula para poder criticar al gobierno no solo no favoreciendo al PP, sino haciéndole objeto de la misma crítica. Sólo una vez que encontramos la manera de hacer al PP corresponsable de la crisis y de todos los desaguisados políticos que nos ha tocado padecer durante los últimos años, nos hemos atrevido a criticar al gobierno. Y pueden seguir buscando la conspiración todo lo que les venga en gana, que no la encontrarán. Lo que hay en la Puerta del Sol es la única posibilidad que tienen nuestros jóvenes de protestar ante el gobierno sin que el pie de foto del diario "El País" los presente como la versión renovada y gaviotera de las juventudes hitlerianas.

          Pero, una vez más, no es oro todo lo que reluce; y a los pocos convencidos de que protagonizan una protesta transversal al sistema, se han sumado un montón de fariseos que no tienen ningún problema con el sistema, sino que ven que el Partido Popular va a arrasar en las elecciones, y tienen suficiente sentido del ridículo como para no intentar pedir el voto para el PSOE; y tal como en su día entendieron que hacían más daño diciendo "No a la guerra" que "No a la guerra de Irak", hoy optan por decir "no les votes" cuando lo que querrían decir en realidad es "no votes al PP". Si sumamos a estos la cantidad de hippies de i-pad y twitter que se molan mucho haciéndose fotos por los alrededores de la Puerta del Sol con saco de dormir; no puede uno menos que sentir una profunda pena al pensar lo solitos que se van a quedar algunos cuando, si se cumplen los vaticinios de las encuestas, vuelva a gobernar el PP y de nuevo se pueda salir a la calle a protestar contra el gobierno con total normalidad.

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