jueves, 10 de febrero de 2011

Haciendo maletas

          Sonaba demasiado bonito para ser verdad. Nuestro presidente prohibía a las comunidades autónomas endeudarse de un plumazo y todos tan tranquilos. Angela Merkel encantada con lo bien que nos atamos los machos cuando las circunstancias lo requieren, y todos tan contentos. Incluso pudo Zapatero empezar la semana a la ofensiva, preguntando qué habría pasado de surgir Sortu con Aznar de presidente o ironizando sobre si el PP culpa al PSOE incluso del Katrina; cuando sabido es por todos que el Katrina lo montó George Bush, tal y como Rajoy organizó el golpe de estado que acabó con la segunda república. Habíamos aprobado el examen de la UE y ya podíamos volver a dedicarnos a lo nuestro. Y tal vez algún iluso aún se piense que "lo nuestro" es resolver la crisis o el paro, pero no nos equivoquemos: lo nuestro son las encuestas. Lo que hay que resolver son esos puntos de ventaja que inexplicablemente llevan los populares en los sondeos.

          Pero por enésima vez en lo que va de legislatura vino la realidad a poner las cosas en su sitio. Y he de reconocer que siento incluso cierta lástima de Zapatero viendo lo implacables que están siendo la realidad y la lógica con él, su discurso y sus intenciones; pero la matemática elemental no tiene mi buen fondo y le espetó al bueno de José Luís una vez más la preguntita de la que empieza a estar hartito el pobre: ¿en qué demonios estabas pensando?

          Que una cosa es asumir que hay que resolver el problema de endeudamiento de nuestras autonomías, y otra muy diferente vedarles el acceso al crédito sin excepción y sin previo aviso. ¿Acaso no ha sido la imposibilidad de acceso al crédito una de las razones fundamentales por las que hemos perdido 150.000 empresas en los últimos dos años? Es que si ahora de repente entendemos que nuestro sistema sobrevive a la perfección sin crédito, ¿a cuento de qué vinieron los planes de rescate a nuestro sistema financiero? ¿no se supone que inyectábamos ese pastón de liquidez a la banca para que esta a su vez nos pudiese dar los préstamos que necesitábamos para salir del bache?

          Bien es verdad que nuestra clase política jamás ha gestionado nuestras administraciones como si de empresas sometidas al mercado real se tratase (y así les luce el pelo, por cierto); y no seré yo quien obvie ahora las enormes diferencias que se dan entre cualquier empresa y la administración de recursos públicos; pero de ahí a creer que lo segundo se puede hacer sin lo que para las primeras es como el aire que respiramos, hay un trecho que no estoy dispuesto a cruzar ni aunque me lo atiborren de brotes verdes.

          Hay que resolver el problema del endeudamiento de nuestras autonomías, claro está. Hay que tomar medidas de todos los colores y sabores para reducir el déficit de la manera más drástica e inmediata posible. Hay que establecer todas las normas, leyes y decretos que hagan falta para evitar que una situación como la actual pueda repetirse en el futuro. Ahora bien, un cierre del grifo del crédito sin excepción ni previo aviso es justamente lo que se ha llevado por delante nuestro tejido empresarial y los más de dos millones de empleos que hemos perdido en los últimos años; y es un golpe que ninguna de nuestras autonomías está en condiciones de encajar.

          Por eso presumo que a Artur Mas le bastaron un par de minutos. No estaba allí para verlo, pero supongo que le habrá dicho algo como: "o me endeudo, o echo el cierre". Y, claro, cuando el cierre se le echa al bar de la esquina, al taller del barrio o a la mercería de la calle de atrás, pues vivimos con ello, pero a ver con cuántas patatas nos intentamos comer el cierre de la generalitat, con todas sus administraciones, centros educativos y hospitales, entre otros.

          Ahora Zapatero ya ha rectificado. Y el mundo nos mira perplejo. Todos habían asumido que tras la decisión de impedir el endeudamiento había un plan, o una fórmula, o unas cuentas o algo. Lo que nadie en todo el mundo había llegado a imaginar es que España pudiese tomar una decisión así simplemente porque ni al presidente ni a nadie en el ministerio de economía se les hubiesen  pasado por la cabeza las consecuencias.

          Y ahora en Moncloa toca preguntarse porqué los mercados no confían en nosotros. Y porqué siguen cerrando empresas. Y porqué se siguen yendo personas a la calle. Y lo mismo el mes que viene. Hasta que en junio toque preguntarse porqué nos rescata la Unión Europea, si es que no toca preguntarse porqué no nos quieren en el Euro o porqué nos lo hemos llevado por delante. Todo eso es lo que toca preguntarse; pero por desgracia en Moncloa sólo se hacen una pregunta: ¿Porqué narices seguimos por detrás en las encuestas?

          Visto lo visto, yo me pregunto lo mío: ¿a qué leches estoy esperando para quitarme de en medio? No sé vosotros, pero yo voy haciendo las maletas...

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