Vale que igual no soy la persona más adecuada para recordarlo, pero quiero hablar hoy de la importancia de saber aprender de los errores. Que bien es verdad que las piedras se echan a un lado al verme llegar para intentar evitar que tropiece con ellas por enésima vez; pero es que es precisamente por ello que soy consciente de la necesidad que tenemos como individuos y como sociedad de saber extraer enseñanzas de nuestros yerros.
Y si hoy en particular me da por aquí es a raíz de lo acontecido en Italia este fin de semana. El sábado finalmente presentó su dimisión Berlusconi, y apenas un par de segundos después ya se había organizado una fiesta multitudinaria en todo el país. El domingo todos los titulares señalaban cómo los italianos se habían librado finalmente del chuleta mafioso y putero, y en la tele se mostraban toda suerte de multitudes cantando "aleluya, aleluya".
Hasta el punto en el que solo cabía preguntarse cómo había llegado Berlusconi a convertirse en primer ministro. Sus muestras de alivio y júbilo hacían cuestionarse qué habían hecho los italianos para merecer semejante maldición. Y como yo soy muy de cuestionarme, decidí investigar.
Pues, para mi mayúscula sorpresa, descubrí que a Silvio Berlusconi lo habían elegido primer ministro los propios italianos en las urnas. De hecho no una, sino varias veces. Incluso hace no mucho, cuando ya todo el mundo sabía cómo se las gastaba el menda, por un tiempo fue primer ministro Romano Prodi; su gobierno de coalición de izquierda no se sostenía del todo bien con lo que se adelantaron elecciones y los italianos decidieron que volviese a gobernar el galán de Villa Certosa. Hoy, tras semanas de acoso por parte de las instituciones financieras y los dirigentes políticos de diferentes países de la UE, Silvio Berlusconi ha dejado de ser primer ministro (puesto que se ocupará sin elecciones mediante); y los italianos lo festejan. Vamos, que llegan los mercados, Merkel y Sarkozy y fuerzan la dimisión del primer ministro que los italianos eligieron en las urnas, y no solo no se mueren de vergüenza los tíos, sino que salen a la calle a celebrarlo (están locos estos romanos...). Y, claro, uno no puede menos que preguntarse: ¿qué carajo están celebrando? ¿que les hayan usurpado la soberanía que legítimamente les pertenece o que su democracia esté blindada a prueba de su propia estupidez? ¿No parecería más oportuno un tiempo de reflexión y autocrítica? ¿No resultaría más positivo para todos intentar aprender de lo acontecido, a ver si no se vuelve a repetir? Vista la magnitud de la fiesta, parece que no muchos en Italia piensan así.
Y eso me trae de vuelta a casa. Que tal vez no seamos italianos, pero el carácter latino es el carácter latino; y de ese andamos bastante sobrados también por aquí. Y bien es verdad que las diferencias entre Berlusconi y ZP son notorias; pero no por ello deja de serlo que no aprender de lo sucedido en Italia sería desperdiciar una oportunidad puesta en bandeja. Tenemos el gobierno que padecemos porque así lo hemos elegido; y por lo que apuntan las encuestas, asumo que no hemos aprendido absolutamente nada. Zapatero es fruto del voto útil, del partidismo ciego, del voto en contra y del borreguismo idiotizado. Y ahora que las consecuencias hacen cola en las oficinas del INEM, en lugar de reflexionar un poquito e intentar corregirnos, ¿nos limitamos a repetir exactamente lo mismo pero en dirección contraria?
Y así, mientras sigamos sin querer aprender de nuestros propios errores, será cuestión de tiempo que nos toque revivir los peores episodios de nuestra democracia. Antes o después volveremos a padecer a un presidente incapaz de controlar la corrupción en su gobierno igualito a González, a un presidente soberbio y endiosado convencido de poder gobernar por y para los españoles sin los españoles como Aznar; o a un presidente incapaz, insensato e irresponsable superadísimo por las circunstancias como Zapatero. Eso sí, cuando nos los quiten de encima lo celebraremos por todo lo alto. A fin de cuentas, o le votaron otros o con el que votaron los otros no nos habría ido mejor ¿verdad?