Como decíamos ayer... (qué gustazo poder emular a Fray Luis de León), sin esperar a que tome las riendas el nuevo gobierno, ya hay una serie de cosas que han cambiado solo con el fin de la campaña electoral. Ayer hablábamos de la regeneración de la figura de Zapatero que lleva en marcha ya cuarenta y ocho horas y de la desaparición de la crisis facilona con posible salida sin recortes. Hoy, empezaré por señalar el final del movimiento de los indignados o 15M tal y como lo hemos conocido.
Que no es que crea que se van a terminar las reivindicaciones de una regeneración democrática, cambios en la ley electoral, o simple y llanamente de un sistema más justo: el movimiento no va a desaparecer. Pero si ya desde las elecciones locales y autonómicas el seguimiento había disminuido considerablemente, tras las generales se va a quedar en prácticamente un chiste comparado con lo que fue en un principio. Tal vez muy ruidoso, sí; pero poco más que un chiste. Y es que por muy apolítico que pretendiese ser, los individuos apolíticos no existen. Puede uno no identificarse con ninguno de los partidos existentes, pero eso poco tiene que ver con ser apolítico. Así, a pesar de que al movimiento de indignación se sumaron individuos de todo tipo de ideologías; aunque solo sea por su tendencia histórica a llevar sus reivindicaciones a la calle, resulta obvio que se trataba de un colectivo mayoritariamente de izquierda. Y (lo más paradójico) aunque surge como respuesta a, entre otras cosas, el bipartidismo reinante; gran parte de las adhesiones se producen como fruto precisamente de este bipartidismo; por eso de que en España aún no hemos aprendido a distinguir entre partidos e ideología. Me explico: para muchos de los indignados el verdadero problema fue que (desde su perspectiva bipartidista) entendieron que protestar por los desaguisados del gobierno socialista equivalía a apoyar al Partido Popular; y eso era algo que, desde su ideología de izquierda, no estaban dispuestos a hacer. Otros, sin llegar tan lejos pero cegados también por el bipartidismo implementado ya hasta en su código genético; sintieron que ante el fracaso del PSOE, la única opción viable en España era la derecha. Eso, entendido así, es una señal inequívoca de que algo falla. Y así es como unos y otros optaron por la protesta transversal ante todo el sistema. Y tampoco me extiendo más sobre esto, que ya lo expliqué detenidamente en la entrada de este mismo blog del pasado 19 de mayo titulada "No es oro todo lo que reluce". Lo que interesa resaltar ahora es que, una vez en el gobierno un equipo de derechas, para muchos la protesta ante la situación o la gestión del partido dirigente ha dejado de suponerles un conflicto ideológico; con lo que a pesar de que los fallos del sistema seguirán estando ahí, sin duda dejarán de ser una prioridad.
Y ya que hablamos de bipartidismo, que más quisiera yo que poder anunciar que también desapareció el domingo, pero nada más lejos de la realidad. Tras una gestión manifiestamente desastrosa como ha sido la que nos ha brindado, el PSOE ha recibido un 30% más de votos que todas las demás alternativas al PP juntas; lo que no parece augurar ningún cambio a corto plazo en nuestra visión dicotómica del panorama político. De hecho, el cambio más notable en la foto del hemiciclo es la llegada de un nuevo interlocutor político para el País Vasco; uno que, además, no considera que el hemiciclo sea una institución legítima en lo que a Euskadi se refiere. Y ya veremos a qué nos lleva, pero bien es verdad que por ahora no augura nada bueno ni para los vascos, ni para el resto de los españoles.
Pero bueno, si de algo me gusta que me acusen, es de optimismo ciego; así que no quiero cerrar esta reflexión sobre el final de campaña sin exponer las esperanzas a las que me aferro tras los comicios del domingo. Lo que espero es que sepamos superar actitudes como la de la energúmena de FAC, que tras los resultados cuestionaba en Twitter la inteligencia de los asturianos; o la del cenutrio aquel del PSOE que se refería en su día a los que votaban al PP como "tontos de los cojones". Más bien espero que, tal y como en su día se defendía la gestión socialista de la primera legislatura de Zapatero exponiendo los resultados electorales de 2008 añadiendo "algo habrán hecho bien"; sepamos interpretar que si el PP recibe más de diez millones de votos (y no menos de nueve desde hace ya más de una década), algo bueno ha de tener. Así como también espero que sea entendido por todos que lo que ha fallado no ha sido la izquierda; que lo que ha fallado ha sido el PSOE y que, se regenere este partido o no, la izquierda cuenta en España con un elevadísimo potencial y talento; y que por mucha mayoría absoluta que haya en el congreso, su colaboración y apoyo si es que queremos salir de esta resultan indispensables.
La situación en España no es mala, es lo siguiente; pero ante nosotros se presenta una oportunidad histórica. Nunca en nuestros años de democracia un partido aglutinó como hace hoy el PP tanto poder local, autonómico y nacional al mismo tiempo. Así las cosas, se pueden llevar a cabo reformas sin que los intereses partidistas enfrentados puedan evitarlo; vamos, centradas en la verdadera política y por el interés de España y sus ciudadanos. Ahora bien, de nada servirán sin no nos olvidamos de números de escaños y las hacemos entre todos. La oportunidad está servida...
miércoles, 23 de noviembre de 2011
martes, 22 de noviembre de 2011
Lo que se acabó el domingo (1)
Vale que con la que le está cayendo a nuestra deuda soberana y a nuestra prima de riesgo, parece que ponerse a hablar sobre consecuencias domésticas y sociales del final de la campaña resulta un tanto insensato. Pero hay veces en la vida en la que ante problemas frente a los cuales poco o nada podemos hacer, lo más oportuno es intentar seguir hacia adelante y no paralizarse obcecándose en asuntos sobre cuyo desenlace apenas podemos influir. Y es por esto que, a pesar de todo, quiero señalar hoy una serie de ideas que murieron en el momento en el que se cerraron los colegios electorales el domingo.
Por ejemplo, el domingo feneció Zapatero "el apestado". Ese presidente inútil cuyo partido mantuvo todo lo alejado que pudo de su candidato durante la campaña. Ese cuya gestión intentaron olvidar unos y otros. Ese Zapatero ya no está. Ahora lo que empieza es la reivindicación de Zapatero, y sus cualidades como presidente no van sino a crecer y crecer. Y poco importa que el nuevo gobierno no entre en funciones hasta dentro de varias semanas; curiosamente, todos los males que nos toque padecer ahora serán inequívocamente culpa de los elegidos el pasado domingo. Pero lo más importante no es eso; lo verdaderamente novedoso es que cualquier mejoría que presente nuestra situación durante los próximos años, será para muchos el evidente resultado de las políticas puestas en marcha por ZP y su gabinete durante sus últimos meses en el poder. El rescate de su denostada figura ya está en marcha; y si lo quieren las circunstancias y el Partido Popular obtiene logros, no harán sino enterrar en el olvido al ZP junto al que hoy ni su mujer quiere hacerse una foto.
Pero si hay algo verdaderamente importante que desapareció el domingo, es la crisis de la que nos llevan hablando varias semanas. Esa crisis de la que no solo íbamos a salir inexorablemente en cuestión de un par de meses, sino que podíamos hacerlo de infinitas maneras. Esa crisis que algunos reducían incluso a "excusa" de otros para llevar a cabo recortes también murió el domingo. Nos toca ahora enfrentarnos a la crisis de verdad, y asumir que los mensajes positivos de unos y otros eran pura demagogia y, en muchos casos, pesca de votos al cobijo del convencimiento de que sus propuestas nunca se iban a poner en práctica. Por ejemplo, mucho se ha repetido la posibilidad de eludir los recortes a base de subir impuestos de manera progresiva (para que paguen más los más ricos, se entiende). Y suena tan bonito dicho así que cuesta no confundir al que lo suelta con Errol Flynn vestido de Robin Hood; pero resulta que el 90% de la recaudación del IRPF en España procede de los asalariados. Dada la magnitud del déficit de nuestras administraciones ¿alguien se cree realmente que podemos arreglarlo multiplicando solo el 10% restante? Podríamos freír a impuestos a todos "los ricos" de España, y ni con esas taparíamos el agujero; con lo que por muy progresiva que fuese la subida, también se la iba a comer la clase media. Vamos, lo que nos faltaba; y eso por no entrar en lo que supondría para la inversión privada y lo difícil que resulta imaginarse un descenso del paro sin ésta.
El verdadero problema en España, y esto lo saben todos los candidatos de todos los partidos, es que el gasto público se hace "de prestado" y las administraciones consumen todo el crédito disponible. Y poco importa si el año pasado se concedieron 93.000 millones más de euros en créditos que el anterior en nuestro país; que se los comieron íntegros las administraciones. Y sin crédito, no hay actividad empresarial. Y sin actividad empresarial, no hay empleo. Y sin empleo no se recaudan impuestos, y se viene abajo todo lo demás. Vamos, que no nos queda otra que reducir el gasto de nuestras administraciones. Y esto no lo digo yo porque sea más listo o sepa más de economía que los que prometían reactivarla aumentando el gasto público; que sabido es que no tengo a nuestra clase política en alta estima, pero ni yo mismo les considero tan memos. Lo que pasa es que yo no necesito dorarles la píldora fantaseando fórmulas mágicas para evadir los recortes a ver si así me votan.
Y viendo que esto va para largo, mejor hacemos una pausa. Mañana más.
Por ejemplo, el domingo feneció Zapatero "el apestado". Ese presidente inútil cuyo partido mantuvo todo lo alejado que pudo de su candidato durante la campaña. Ese cuya gestión intentaron olvidar unos y otros. Ese Zapatero ya no está. Ahora lo que empieza es la reivindicación de Zapatero, y sus cualidades como presidente no van sino a crecer y crecer. Y poco importa que el nuevo gobierno no entre en funciones hasta dentro de varias semanas; curiosamente, todos los males que nos toque padecer ahora serán inequívocamente culpa de los elegidos el pasado domingo. Pero lo más importante no es eso; lo verdaderamente novedoso es que cualquier mejoría que presente nuestra situación durante los próximos años, será para muchos el evidente resultado de las políticas puestas en marcha por ZP y su gabinete durante sus últimos meses en el poder. El rescate de su denostada figura ya está en marcha; y si lo quieren las circunstancias y el Partido Popular obtiene logros, no harán sino enterrar en el olvido al ZP junto al que hoy ni su mujer quiere hacerse una foto.
Pero si hay algo verdaderamente importante que desapareció el domingo, es la crisis de la que nos llevan hablando varias semanas. Esa crisis de la que no solo íbamos a salir inexorablemente en cuestión de un par de meses, sino que podíamos hacerlo de infinitas maneras. Esa crisis que algunos reducían incluso a "excusa" de otros para llevar a cabo recortes también murió el domingo. Nos toca ahora enfrentarnos a la crisis de verdad, y asumir que los mensajes positivos de unos y otros eran pura demagogia y, en muchos casos, pesca de votos al cobijo del convencimiento de que sus propuestas nunca se iban a poner en práctica. Por ejemplo, mucho se ha repetido la posibilidad de eludir los recortes a base de subir impuestos de manera progresiva (para que paguen más los más ricos, se entiende). Y suena tan bonito dicho así que cuesta no confundir al que lo suelta con Errol Flynn vestido de Robin Hood; pero resulta que el 90% de la recaudación del IRPF en España procede de los asalariados. Dada la magnitud del déficit de nuestras administraciones ¿alguien se cree realmente que podemos arreglarlo multiplicando solo el 10% restante? Podríamos freír a impuestos a todos "los ricos" de España, y ni con esas taparíamos el agujero; con lo que por muy progresiva que fuese la subida, también se la iba a comer la clase media. Vamos, lo que nos faltaba; y eso por no entrar en lo que supondría para la inversión privada y lo difícil que resulta imaginarse un descenso del paro sin ésta.
El verdadero problema en España, y esto lo saben todos los candidatos de todos los partidos, es que el gasto público se hace "de prestado" y las administraciones consumen todo el crédito disponible. Y poco importa si el año pasado se concedieron 93.000 millones más de euros en créditos que el anterior en nuestro país; que se los comieron íntegros las administraciones. Y sin crédito, no hay actividad empresarial. Y sin actividad empresarial, no hay empleo. Y sin empleo no se recaudan impuestos, y se viene abajo todo lo demás. Vamos, que no nos queda otra que reducir el gasto de nuestras administraciones. Y esto no lo digo yo porque sea más listo o sepa más de economía que los que prometían reactivarla aumentando el gasto público; que sabido es que no tengo a nuestra clase política en alta estima, pero ni yo mismo les considero tan memos. Lo que pasa es que yo no necesito dorarles la píldora fantaseando fórmulas mágicas para evadir los recortes a ver si así me votan.
Y viendo que esto va para largo, mejor hacemos una pausa. Mañana más.
lunes, 14 de noviembre de 2011
Aprender de Berlusconi
Vale que igual no soy la persona más adecuada para recordarlo, pero quiero hablar hoy de la importancia de saber aprender de los errores. Que bien es verdad que las piedras se echan a un lado al verme llegar para intentar evitar que tropiece con ellas por enésima vez; pero es que es precisamente por ello que soy consciente de la necesidad que tenemos como individuos y como sociedad de saber extraer enseñanzas de nuestros yerros.
Y si hoy en particular me da por aquí es a raíz de lo acontecido en Italia este fin de semana. El sábado finalmente presentó su dimisión Berlusconi, y apenas un par de segundos después ya se había organizado una fiesta multitudinaria en todo el país. El domingo todos los titulares señalaban cómo los italianos se habían librado finalmente del chuleta mafioso y putero, y en la tele se mostraban toda suerte de multitudes cantando "aleluya, aleluya".
Hasta el punto en el que solo cabía preguntarse cómo había llegado Berlusconi a convertirse en primer ministro. Sus muestras de alivio y júbilo hacían cuestionarse qué habían hecho los italianos para merecer semejante maldición. Y como yo soy muy de cuestionarme, decidí investigar.
Pues, para mi mayúscula sorpresa, descubrí que a Silvio Berlusconi lo habían elegido primer ministro los propios italianos en las urnas. De hecho no una, sino varias veces. Incluso hace no mucho, cuando ya todo el mundo sabía cómo se las gastaba el menda, por un tiempo fue primer ministro Romano Prodi; su gobierno de coalición de izquierda no se sostenía del todo bien con lo que se adelantaron elecciones y los italianos decidieron que volviese a gobernar el galán de Villa Certosa. Hoy, tras semanas de acoso por parte de las instituciones financieras y los dirigentes políticos de diferentes países de la UE, Silvio Berlusconi ha dejado de ser primer ministro (puesto que se ocupará sin elecciones mediante); y los italianos lo festejan. Vamos, que llegan los mercados, Merkel y Sarkozy y fuerzan la dimisión del primer ministro que los italianos eligieron en las urnas, y no solo no se mueren de vergüenza los tíos, sino que salen a la calle a celebrarlo (están locos estos romanos...). Y, claro, uno no puede menos que preguntarse: ¿qué carajo están celebrando? ¿que les hayan usurpado la soberanía que legítimamente les pertenece o que su democracia esté blindada a prueba de su propia estupidez? ¿No parecería más oportuno un tiempo de reflexión y autocrítica? ¿No resultaría más positivo para todos intentar aprender de lo acontecido, a ver si no se vuelve a repetir? Vista la magnitud de la fiesta, parece que no muchos en Italia piensan así.
Y eso me trae de vuelta a casa. Que tal vez no seamos italianos, pero el carácter latino es el carácter latino; y de ese andamos bastante sobrados también por aquí. Y bien es verdad que las diferencias entre Berlusconi y ZP son notorias; pero no por ello deja de serlo que no aprender de lo sucedido en Italia sería desperdiciar una oportunidad puesta en bandeja. Tenemos el gobierno que padecemos porque así lo hemos elegido; y por lo que apuntan las encuestas, asumo que no hemos aprendido absolutamente nada. Zapatero es fruto del voto útil, del partidismo ciego, del voto en contra y del borreguismo idiotizado. Y ahora que las consecuencias hacen cola en las oficinas del INEM, en lugar de reflexionar un poquito e intentar corregirnos, ¿nos limitamos a repetir exactamente lo mismo pero en dirección contraria?
Y así, mientras sigamos sin querer aprender de nuestros propios errores, será cuestión de tiempo que nos toque revivir los peores episodios de nuestra democracia. Antes o después volveremos a padecer a un presidente incapaz de controlar la corrupción en su gobierno igualito a González, a un presidente soberbio y endiosado convencido de poder gobernar por y para los españoles sin los españoles como Aznar; o a un presidente incapaz, insensato e irresponsable superadísimo por las circunstancias como Zapatero. Eso sí, cuando nos los quiten de encima lo celebraremos por todo lo alto. A fin de cuentas, o le votaron otros o con el que votaron los otros no nos habría ido mejor ¿verdad?
Y si hoy en particular me da por aquí es a raíz de lo acontecido en Italia este fin de semana. El sábado finalmente presentó su dimisión Berlusconi, y apenas un par de segundos después ya se había organizado una fiesta multitudinaria en todo el país. El domingo todos los titulares señalaban cómo los italianos se habían librado finalmente del chuleta mafioso y putero, y en la tele se mostraban toda suerte de multitudes cantando "aleluya, aleluya".
Hasta el punto en el que solo cabía preguntarse cómo había llegado Berlusconi a convertirse en primer ministro. Sus muestras de alivio y júbilo hacían cuestionarse qué habían hecho los italianos para merecer semejante maldición. Y como yo soy muy de cuestionarme, decidí investigar.
Pues, para mi mayúscula sorpresa, descubrí que a Silvio Berlusconi lo habían elegido primer ministro los propios italianos en las urnas. De hecho no una, sino varias veces. Incluso hace no mucho, cuando ya todo el mundo sabía cómo se las gastaba el menda, por un tiempo fue primer ministro Romano Prodi; su gobierno de coalición de izquierda no se sostenía del todo bien con lo que se adelantaron elecciones y los italianos decidieron que volviese a gobernar el galán de Villa Certosa. Hoy, tras semanas de acoso por parte de las instituciones financieras y los dirigentes políticos de diferentes países de la UE, Silvio Berlusconi ha dejado de ser primer ministro (puesto que se ocupará sin elecciones mediante); y los italianos lo festejan. Vamos, que llegan los mercados, Merkel y Sarkozy y fuerzan la dimisión del primer ministro que los italianos eligieron en las urnas, y no solo no se mueren de vergüenza los tíos, sino que salen a la calle a celebrarlo (están locos estos romanos...). Y, claro, uno no puede menos que preguntarse: ¿qué carajo están celebrando? ¿que les hayan usurpado la soberanía que legítimamente les pertenece o que su democracia esté blindada a prueba de su propia estupidez? ¿No parecería más oportuno un tiempo de reflexión y autocrítica? ¿No resultaría más positivo para todos intentar aprender de lo acontecido, a ver si no se vuelve a repetir? Vista la magnitud de la fiesta, parece que no muchos en Italia piensan así.
Y eso me trae de vuelta a casa. Que tal vez no seamos italianos, pero el carácter latino es el carácter latino; y de ese andamos bastante sobrados también por aquí. Y bien es verdad que las diferencias entre Berlusconi y ZP son notorias; pero no por ello deja de serlo que no aprender de lo sucedido en Italia sería desperdiciar una oportunidad puesta en bandeja. Tenemos el gobierno que padecemos porque así lo hemos elegido; y por lo que apuntan las encuestas, asumo que no hemos aprendido absolutamente nada. Zapatero es fruto del voto útil, del partidismo ciego, del voto en contra y del borreguismo idiotizado. Y ahora que las consecuencias hacen cola en las oficinas del INEM, en lugar de reflexionar un poquito e intentar corregirnos, ¿nos limitamos a repetir exactamente lo mismo pero en dirección contraria?
Y así, mientras sigamos sin querer aprender de nuestros propios errores, será cuestión de tiempo que nos toque revivir los peores episodios de nuestra democracia. Antes o después volveremos a padecer a un presidente incapaz de controlar la corrupción en su gobierno igualito a González, a un presidente soberbio y endiosado convencido de poder gobernar por y para los españoles sin los españoles como Aznar; o a un presidente incapaz, insensato e irresponsable superadísimo por las circunstancias como Zapatero. Eso sí, cuando nos los quiten de encima lo celebraremos por todo lo alto. A fin de cuentas, o le votaron otros o con el que votaron los otros no nos habría ido mejor ¿verdad?
jueves, 3 de noviembre de 2011
Hacer guapo a Zapatero
Ya de bien pequeñito aprendí que por muy feo que sea un ser humano, antes o después aparecerá otro que le hará parecer guapo. Es una de esas constantes inquebrantables de la vida que no sé si señaló en primer lugar algún filósofo clásico o tal vez la típica abuela de esas que sin haber abandonado apenas la cocina de su casa, y mucho menos su pueblo, contaban con muchísima más sabiduría que la mayoría de los que hoy se nos presentan como eruditos. Y poco importa en verdad si el primero en verbalizarlo se llamaba Isaac Newton o Herminia Pérez; la cuestión es que se trata de una ley de la naturaleza tan indiscutible como la de la gravedad o el teorema de Pitágoras.
Es por este mismo principio que Zapatero anda estos días con una sonrisa picarona que no se le quita ni con las últimas cifras de desempleo. Cuando empezaba a asumir que nadie podía arrebatarle el número uno en el ranking de liantes infinitos de la política internacional e interestelar, aparece Papandreu y nos desmiente en dos patadas a todos los que afirmábamos plenamente convencidos que hacerlo peor que Zapatero era físicamente imposible.
Que bien es verdad que, escarmentado tras tantas ocasiones en las que he tenido que modificar mis expectativas sobre ZP a la baja; he de reconocer que tras el anuncio de Papandreu de someter las medidas a referéndum, sentí un gran alivio. Lo primero que me vino a la cabeza fue que llegó demasiado tarde como para que el progresista planetario de León decidiese regalarnos a los españoles un ejercicio de democracia similar. Lo que no tuve en cuenta es que tras las dos tardes de estudio de economía que le señalaban como necesarias cuando era candidato, vinieron al menos media docena más. Y que aunque en sus siete años como presidente no haya sido capaz de memorizar un par de frases en inglés, sí que ha aprendido un par de cosas. Al menos las suficientes como para saber que si aquellos a los que les debes una millonada que te tiene en quiebra deciden perdonarte la mitad a cambio de que cantes y toques el ukelele desnudo en la puerta de Alcalá; lo que hay que hacer es desvestirse antes de que terminen de pedírtelo y plantarse allá con las gothic girls haciendo los coros y la Isadora Duncan cazurra adornándolo todo con entrechats, cabrioles, assemblés y taconeo flamenco si es que eso es lo que les pone a los acreedores. Y por eso ahora sonríe. Porque sabe que los que denunciábamos a gritos que no se nos podía hacer más daño nos acabamos de dar con una puerta en las narices. Porque si alguna vez se tiene que ver cara a cara con alguno de nosotros, antes de que abramos la boca podrá preguntarnos con sorna: ¿a mí me llamábais inconsciente? ¿a mí me considerábais irresponsable? Porque ahora sabe que, leyendo las noticias que nos llegan desde Grecia, nos sentimos en cierto modo afortunados de haber tenido a ZP de presidente; conscientes ahora de que sí que podría haber sido muchísimo peor.
Porque todos los desmanes, bandazos, rectificaciones de las rectificaciones, incongruencias, ocurrencias y demás desvaríos de Zapatero, Salgado, Rubalcaba (que, a pesar de que nadie lo diría, creo que tuvo cierta relevancia en todo esto), Solbes, Sebastián y el resto de la tropa; se reducen a chiquilladas inconsecuentes al lado de la propuesta de referéndum de Papandreu. Pretender dárselas ahora de demócrata y consultar al pueblo griego sobre las medidas es el insulto definitivo. ¿No habría resultado más oportuno hacer el referéndum antes? Esto es, preguntarles a los griegos qué les parecía que les utilizasen a ellos y a todos sus bienes como avales (así funciona la deuda soberana) de unos créditos de miles de millones de euros que en ningún caso se iban a poder devolver. El pueblo griego concedió un poder a su gobierno que éste utilizó de manera irresponsable (discutir hoy quién fue el primer irresponsable resulta estéril). Ahora, por desgracia, los griegos no pueden decidir si asumen o no las consecuencias de esta irresponsabilidad; exactamente igual que los españoles no podemos elegir en las urnas si aceptamos nuestros cinco millones de parados o no. Así es que, a pesar de que no puedo saber los verdaderos motivos que llevan a Papandreu a convocar semejante despropósito; sí que intuyo las consecuencias y me hacen temblar de pavor.
Admitir que el pago de la deuda soberana se someta a las urnas no es una opción. Semejante descrédito para la más importante fuente de financiación de los gobiernos de todo el planeta es simplemente inaceptable. EL MUNDO NO SE LO PUEDE PERMITIR. Y así es como, por tercera vez en los últimos cien años, Alemania (principal acreedora) se ve encorsetada por sus vecinos. Y mientras toca morirse de miedo, en España casi nadie parece darse cuenta; por no hablar de todos los que (preparando el terreno) presentan a la Merkel como la mala de la película solo por no querer prestar dinero sin que antes se haga lo necesario para que al menos exista la posibilidad de que le sea devuelto. Y perdonen si no me extiendo más sobre esto, pero me puede la angustia y asumo que sabrán sacar sus propias conclusiones.
Pues eso; que el panorama que se avecina no es desolador, es lo siguiente. Pero al menos Zapatero sonríe.
Es por este mismo principio que Zapatero anda estos días con una sonrisa picarona que no se le quita ni con las últimas cifras de desempleo. Cuando empezaba a asumir que nadie podía arrebatarle el número uno en el ranking de liantes infinitos de la política internacional e interestelar, aparece Papandreu y nos desmiente en dos patadas a todos los que afirmábamos plenamente convencidos que hacerlo peor que Zapatero era físicamente imposible.
Que bien es verdad que, escarmentado tras tantas ocasiones en las que he tenido que modificar mis expectativas sobre ZP a la baja; he de reconocer que tras el anuncio de Papandreu de someter las medidas a referéndum, sentí un gran alivio. Lo primero que me vino a la cabeza fue que llegó demasiado tarde como para que el progresista planetario de León decidiese regalarnos a los españoles un ejercicio de democracia similar. Lo que no tuve en cuenta es que tras las dos tardes de estudio de economía que le señalaban como necesarias cuando era candidato, vinieron al menos media docena más. Y que aunque en sus siete años como presidente no haya sido capaz de memorizar un par de frases en inglés, sí que ha aprendido un par de cosas. Al menos las suficientes como para saber que si aquellos a los que les debes una millonada que te tiene en quiebra deciden perdonarte la mitad a cambio de que cantes y toques el ukelele desnudo en la puerta de Alcalá; lo que hay que hacer es desvestirse antes de que terminen de pedírtelo y plantarse allá con las gothic girls haciendo los coros y la Isadora Duncan cazurra adornándolo todo con entrechats, cabrioles, assemblés y taconeo flamenco si es que eso es lo que les pone a los acreedores. Y por eso ahora sonríe. Porque sabe que los que denunciábamos a gritos que no se nos podía hacer más daño nos acabamos de dar con una puerta en las narices. Porque si alguna vez se tiene que ver cara a cara con alguno de nosotros, antes de que abramos la boca podrá preguntarnos con sorna: ¿a mí me llamábais inconsciente? ¿a mí me considerábais irresponsable? Porque ahora sabe que, leyendo las noticias que nos llegan desde Grecia, nos sentimos en cierto modo afortunados de haber tenido a ZP de presidente; conscientes ahora de que sí que podría haber sido muchísimo peor.
Porque todos los desmanes, bandazos, rectificaciones de las rectificaciones, incongruencias, ocurrencias y demás desvaríos de Zapatero, Salgado, Rubalcaba (que, a pesar de que nadie lo diría, creo que tuvo cierta relevancia en todo esto), Solbes, Sebastián y el resto de la tropa; se reducen a chiquilladas inconsecuentes al lado de la propuesta de referéndum de Papandreu. Pretender dárselas ahora de demócrata y consultar al pueblo griego sobre las medidas es el insulto definitivo. ¿No habría resultado más oportuno hacer el referéndum antes? Esto es, preguntarles a los griegos qué les parecía que les utilizasen a ellos y a todos sus bienes como avales (así funciona la deuda soberana) de unos créditos de miles de millones de euros que en ningún caso se iban a poder devolver. El pueblo griego concedió un poder a su gobierno que éste utilizó de manera irresponsable (discutir hoy quién fue el primer irresponsable resulta estéril). Ahora, por desgracia, los griegos no pueden decidir si asumen o no las consecuencias de esta irresponsabilidad; exactamente igual que los españoles no podemos elegir en las urnas si aceptamos nuestros cinco millones de parados o no. Así es que, a pesar de que no puedo saber los verdaderos motivos que llevan a Papandreu a convocar semejante despropósito; sí que intuyo las consecuencias y me hacen temblar de pavor.
Admitir que el pago de la deuda soberana se someta a las urnas no es una opción. Semejante descrédito para la más importante fuente de financiación de los gobiernos de todo el planeta es simplemente inaceptable. EL MUNDO NO SE LO PUEDE PERMITIR. Y así es como, por tercera vez en los últimos cien años, Alemania (principal acreedora) se ve encorsetada por sus vecinos. Y mientras toca morirse de miedo, en España casi nadie parece darse cuenta; por no hablar de todos los que (preparando el terreno) presentan a la Merkel como la mala de la película solo por no querer prestar dinero sin que antes se haga lo necesario para que al menos exista la posibilidad de que le sea devuelto. Y perdonen si no me extiendo más sobre esto, pero me puede la angustia y asumo que sabrán sacar sus propias conclusiones.
Pues eso; que el panorama que se avecina no es desolador, es lo siguiente. Pero al menos Zapatero sonríe.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)