martes, 13 de septiembre de 2011

Campañas para zoquetes

          No es nada nuevo. Por desgracia no es nada nuevo que nuestros políticos insulten la inteligencia de todos aquellos con un mínimo de la misma. No hace falta ser Einstein o una lumbrera de ninguna clase para captar el desprecio a nuestra capacidad intelectual que supone prometer traer tiempos mejores cuando todos sabemos que los tiempos que nos esperan van a ser de todo menos bonitos. Y tal vez en parte se deba a que a medida que los años me van dejando sin pelo, tolero peor que me lo tomen; pero cada campaña que me toca padecer, me resulta más insultante, indignante e incluso ofensiva. Eso de que lancen mensajes presuponiendo que los destinatarios son una panda de enanos intelectuales aborregados hasta la saciedad, cada vez me resulta más intolerable.

          Así hoy, los candidatos de los dos grandes partidos andan enredados arriba y abajo con el dichoso impuesto sobre el patrimonio. Y, sin ningún ánimo de poner en entredicho la capacidad intelectual de ninguno de ustedes, voy a profundizar un poquito en el asunto para ilustrar lo absurdo de la propuesta: La crisis económica (y su consiguiente desempleo) que padecemos hoy proviene de una crisis financiera. Esta crisis financiera provocó la paralización del crédito por parte de la banca; y el crédito es a nuestra actividad económica lo mismo que el aire a nuestros pulmones. Me llevaría unas cuantas entradas explicar detalladamente el funcionamiento de la banca; pero a grandes rasgos podemos resumir que por una parte capta depósitos (ahorros), y por otra presta ese dinero captado en forma de créditos. Y vamos a obviar ahora cómo el alejamiento por parte de la banca de esta función esencial ha provocado todo esto. La cuestión que nos interesa resaltar ahora es que a menos depósitos, menos créditos; ergo, menos actividad económica, crecimiento, empleo...

          Todo esto lo sabe Rubalcaba; igual que tampoco se le escapa que un impuesto sobre el patrimonio no invita precisamente a convertir los ahorros de uno en un depósito bancario. Pero, claro; estamos en campaña y lo de menos son los efectos que pudiera tener cumplir las promesas de uno. Lo importante es mostrarse a sus votantes como Robin Hood y, sobre todo, retratar al PP como los amigos de los ricos desde el preciso instante en que no muestren su total acuerdo y compromiso con su propuesta. Vamos, que lo dice porque asume que la mayoría de los que le escuchan carecen de capacidad para prever en qué puede desembocar su famoso impuesto sobre el patrimonio. Dicho en otras palabras, diseña su campaña partiendo de la premisa de que los votantes somos idiotas.

          Yo, por mi parte, me resisto a creer nada parecido; aunque cada vez son más los indicios que se acumulan en contra de mis convicciones y me hacen dudar. Hoy mismo, escuché en la radio a varios analistas de los que saben bastante más que un servidor comentar que los españoles no estábamos suficientemente asustados con la situación económica. Y no es que nadie pretenda que gritemos y nos tiremos de los pelos por la calle ciegos de pánico; pero bien es verdad que con la de tijeretazos que necesitamos comernos para no hundirnos con todo el equipo, ponerse como nos ponemos porque algunos profesores van a tener que trabajar un par de horas más a la semana, parece cuando menos fuera de lugar. A ver si al final va a resultar que sí que los votantes se creen que alguno de los candidatos puede arreglar esto de un plumazo en plan "aquí no ha pasado nada"; y que podemos salir de esta sin sudárnoslo de lo lindo. Vaya, a ver si al final va a tener razón Rubalcaba, y los votantes no somos más que unos cuantos millones de zoquetes.