https://disidentia.com/oxford-igualdad-o-charlataneria/
La Universidad de Oxford ha decidido conceder quince minutos extra para completar los exámenes de matemáticas porque consideraban que un límite de tiempo ajustado perjudicaba ostensiblemente a las mujeres. Argumentan que los exámenes deberían ser una demostración de comprensión matemática y no una prueba contrarreloj… pero sólo han llegado a esta conclusión, no antes, al comprobar que obtenían mejores calificaciones los hombres que las mujeres.
Igualdad, lo llaman. No resulta muy objetivo cambiar las reglas del juego en función de las notas que obtiene cada colectivo. Otra cosa sería haber comprobado que el tiempo era demasiado escaso para que el alumno medio respondiese a todas las preguntas. Pero como la medida intenta reducir una de esas espantosas ‘brechas’ de género, entonces cuenta como política de igualdad. O anti desigualdad. O des-desigualdad… Pueden llamarlo como les venga en gana: el despropósito no pasa desapercibido por mucho que la mona se vista de seda.
Los voceros de la ‘ideología de género’ no son predicadores sino charlatanes
Al final lo único que se evidencia es que el rey va desnudo. Que los voceros de la igualdad y la ideología de género, al igual que los de la mayor parte de las eco y bio ideologías de hoy en día, no son predicadores sino charlatanes. Que sus discursos no son más que colecciones de etiquetas. Celebraciones de la más absoluta vacuidad conceptual; resumidos todos ellos en la idea de que hay unos colectivos agraviados y otros privilegiados.
La victimización de ciertos grupos
Se trata de una re-edición ridícula de la lucha de clases en la que, a falta de desequilibrios reales de derechos y oportunidades entre unos y otros estamentos sociales, se apela a la victimización de colectivos étnicos, de edad, raciales, sexuales o del tipo que sea. Y todo ello sin reparo alguno en caer en contradicciones y paradojas de todos los colores y sabores. A fin de cuentas, el desprecio que sienten hacia la capacidad intelectual de su audiencia es (merecidamente, eso sí) palmario.
Merecidamente, repito; porque ¿qué cabe esperar de una audiencia dispuesta a ‘comprar’ el argumento de que (en pleno siglo XXI en las democracias occidentales) nacer varón, o blanco, concede automáticamente una serie de ventajas y privilegios a un individuo? ¿O la creencia de que ciertas personas, por el hecho de haber nacido de una raza o un sexo determinado, son víctimas de agravio y acreedores a cobrar el importe de una deuda histórica que el mundo contrajo con ellas antes de nacer? ¿Cómo podría concebir esta gente lo que significa una calificación alta en matemáticas en Oxford? No es sensato esperar que la valoren como reflejo del esfuerzo, el estudio y ciertas aptitudes individuales.
Todo se reduce a contrastes entre colectivos
Cuando se vive inmerso en un discurso en el que todo se reduce a contrastes entre colectivos, lo único que importa (lo único cuya importancia pueden alcanzar a comprender) son los números, las etiquetas. Si en Oxford hay más blancos que negros u orientales, o más hombres que mujeres obteniendo calificaciones altas en matemáticas, eso es un privilegio inmerecido para unos y un agravio inaceptable para otros. Y debe ser corregido, punto. Y si para hacerlo hay que cambiar las reglas del juego, se hace, pues el fin justifica los medios: quince minutos extra para el examen y, si no funciona, ya veremos qué otras medidas tomamos.
‘Ayudar’ a la mujer a obtener resultados equiparables a los hombres pasa por asumir que no podrían obtenerlos por sus propios medios
Ahora bien; ‘ayudar’ a la mujer a obtener resultados equiparables a los hombres pasa por asumir que no podrían obtenerlos por sus propios medios. Y eso tiene un nombre. Eso, señoras y señores, eso es machismo. Y, permítanme la perogrullada, ahondar en el machismo no nos hace avanzar hacia la total equiparación de derechos y oportunidades a la que debemos aspirar.