Nunca he sido yo muy de
revoluciones, y mucho menos de violencia. Creo firmemente en lo que explicaba
Orwell en "1984": "No se establece una dictadura para
salvaguardar una revolución; se hace la revolución para establecer una
dictadura". Pero digo yo que algo habrá que hacer...
Una semana más, las encuestas
muestran la tremenda desafección que la ciudadanía española siente hacia
nuestra clase política; y se repite un detalle que hace ya bastante tiempo que
llama poderosamente mi atención: Rosa Díez es la político mejor valorada de
España. Y vale que si lo interpretamos como una colleja para todos los demás,
pues llega a tener incluso su gracia; pero viendo cómo con el paso de las
semanas se va consolidando en semejante posición, toca abordar el tema con algo
de espíritu crítico.
Rosa Díez formó parte del peor y más
corrupto partido socialista que por desgracia nos tocó padecer. Ahí estaba la
buena de Rosa implicada hasta la médula en aquel PSOE que se moría de felipismo
y se nos llevaba por delante al resto. ¿Para que hoy se nos presente como la
persona que puede regenerar el chiringuito bipartidista? ¿Con semejante
currículum? Que acepto incluso todos los argumentos buenrollistas en plan
"todo el mundo puede equivocarse", "el derecho a una segunda
oportunidad" y demás. Me cuesta creer que la madre de los políticos
profesionales sea la persona llamada a corregir los males generados por la
profesionalización de la clase política hasta convertirse en la casta que es
hoy, pero estaría dispuesto a intentarlo. De hecho no sería yo muy español si
careciese de capacidad para comulgar con ruedas de molino. Pero, amigo, por
mucho que quisiera yo tener fe ciega en las intenciones y capacidades de esta
mujer, los hechos son los hechos; y basta con echar un vistazo al gobierno
corrupto y caciquil que UPyD posibilita en Asturias para que la magnitud de la
evidencia no deje lugar a esperanzas de ningún tipo. El partido de Rosa Díez es
más de lo mismo.
Y ahí está la evidencia, y ahí lleva
estando un montón de meses, a pesar de lo cual UPyD no deja de crecer en
intención de voto y la Díez se mantiene como la mejor valorada (o la menos
infravalorada, que dadas las cifras también se puede interpretar así) de las
personas dedicadas a la política en nuestro país. Y, lo dicho, si se interpreta
como toque de atención al resto tiene gracia, pero analizado fríamente... Ya no
es solo saber quién es Rosa Díez, ni que Toni Cantó se dedique a batir récords
internacionales de metedura de gamba o que UPyD utilice sus escaños y
consejerías tal y como los partidos de siempre vienen haciendo desde siempre.
Es que UPyD no tiene programa de ninguna clase. Su discurso se limita a la
unidad de España, la devolución de competencias a la administración central
y... Y nada. Para de contar. Hasta aquí hemos llegado. Y sin embargo la suya es
la propuesta que más crece en intención de voto. ¿Dónde nos deja eso a los
ciudadanos?
La vida no es sino un constante
viaje hacia el futuro. Un viaje que hacemos en un país como nave y con unos
dirigentes al mando. Cuando nuestro candidato favorito es un candidato sin
credibilidad alguna, y la propuesta que más adeptos gana es una propuesta vacía
sin fondo de ninguna clase, parece obvio que tenemos un problema. Que hemos
tirado la toalla. Que en nuestro viaje hemos optado por ser meros turistas.
Espectadores de la existencia que deberíamos protagonizar. Y si eso nunca ha
sido suficiente, menos aún lo es hoy en día. Necesitamos coger las riendas,
dejar el turismo, y dedicarnos de una vez por todas a viajar. Necesitamos
viajar en el tiempo. Si es que queremos llegar a un futuro que merezca la
pena...