Hay que reconocer que el plan era casi perfecto. Tanto, que podría haber servido de argumento para una de esas novelas de intrigas políticas que venden en los aeropuertos. Y como todos los planes perfectos, se basaba en una idea rematadamente simple: atamos al "intruso" de pies y manos y contamos con que hará exactamente lo mismo que haríamos nosotros en su situación. Esto es, revolverse y revolverse cavando al hacerlo su propia tumba.
Pero, claro; si algo hemos aprendido de Hitchcock es que hasta en el más minuciosamente estudiado de los planes perfectos, puede aparecer una variante inesperada que se lo lleva todo por delante; y cuando por el medio anda metido Francisco Álvarez-Cascos, lo inesperado tiende a convertirse en la norma.
Así, cuando el PP y el PSOE pactaron en Asturias bloquear los presupuestos del Principado para 2012, ni siquiera se les pasó por la imaginación que los acontecimientos no se fuesen a desarrollar tal y como tenían previsto. A fin de cuentas, Cascos es un político de larga trayectoria; y si algo sabemos con certeza sobre los políticos es que se aferran a sus sillones como los náufragos a cualquier cosa que flote. Asumido estaba que el presidente haría lo propio, e intentaría gobernar sin presupuestos, o con los del año pasado, o como fuese menester. Así las cosas, la situación no podría sino empeorar cada vez más hasta que fuese lo suficientemente negra como para que los grandes partidos pudiesen "salvar" a todos los asturianos presentando una moción de censura que obligase a un quemadísimo Cascos a dimitir. Y tal vez a alguno se le pongan los pelos de punta con tan solo plantearse que haya políticos en Asturias dispuestos a perjudicar al Principado y todos sus ciudadanos con tal de robarle la silla al "intruso"; pero hay que recordar que desde su perspectiva lo importante es su propia guerra, lo de los ciudadanos se reduce a "daños colaterales", y que visto así es como duermen cada noche como auténticos bebés. Y si no me creen, explíquenme entonces porqué desde Génova se aplaudieron durante años todas las cifras negativas que nos brindaba la crisis (con mayor entusiasmo cuanto peores fueran); y porqué hoy se hace lo propio desde Ferraz.
A resumidas cuentas. Las cartas estaban echadas, los sillones despejados, y solo estaba por decidir cómo se los iban a repartir entre PP y PSOE. El trayecto hacia el poder (a todas luces imparable) había comenzado; pero tras apenas cinco días de travesía se toparon de bruces con la realidad: Francisco Álvarez-Cascos les daba con la puerta en las narices.
Resultó que el "intruso" no lo era tanto. De hecho, más sabe el diablo por viejo que por diablo; y Cascos lleva en política desde mucho antes de que algunos de los que hoy conspiraban contra él se hubiese planteado afiliarse a algún partido. Y cuando pensó el ladrón que todos eran de su condición, cometió un tremendo error de cálculo: Cascos no solo no se ha aferrado al sillón, sino que ha disuelto el gobierno sin apenas despeinarse; estableciendo que sean los asturianos en las urnas, y no el PP y el PSOE, quienes decidan si debe ser FORO o tal vez cualquier otro partido quien deba intentar sacar a Asturias de la ruina en la que está sumida tras décadas de caciquismo.
Y sobre las reacciones suscitadas, casi prefiero no opinar. Los que subestimaron a Cascos a principios de 2011, vuelven a hacerlo hoy. Hablan de pataletas y batacazos inevitables, exactamente igual que lo hacían el año pasado. Y lo que pasó después lo cuentan muchísimo mejor las hemerotecas de lo que jamás pueda aspirar a hacerlo un servidor de ustedes. Así pues, me abstengo de explicarle a ninguno de los que hoy tropiezan en la misma piedra lo que deberían haber aprendido el pasado mes de mayo y me limito a expresar un deseo: pase lo que pase, y sea como fuere; deseo que los que han pretendido alargar e intensificar la desgracia de los asturianos para usarla como trampolín hacia la presidencia del Principado; ya que jamás pagarán por ello, al menos se queden sin su codiciado premio. Esto es, que PP y PSOE se encuentren el próximo 26 de marzo exactamente donde se encuentran hoy: con la puerta en las narices.