miércoles, 6 de julio de 2011

Identificar al enemigo

          Cómo nos gustan las conspiraciones. Supongo que en el fondo no es más que una manera simplona de evadirnos de cualquier tipo de responsabilidad; pero cada vez es más frecuente que tras cualquiera de nuestros padecimientos queramos ver los tejemanejes maquiavélicos de poderes oscuros que, misteriosamente, disfrutan con nuestro sufrimiento.

          Así, por ejemplo, en los últimos tiempos los villanos de moda son "los mercados", o "la banca", o "los que mandan en Europa" o incluso (para los afianzados en ideologías más anacrónicas) "el capital". Son, en definitiva, aquellos seres o instituciones que curiosamente salen beneficiados de que a los griegos les recorten los salarios, a los portugueses los frían a impuestos o a los españoles les obliguen a trabajar hasta la senectud. Y no es que venga yo ahora a partir lanzas a favor de nadie; pero es que estas visiones tipo cómic de poderes malignos con el único objetivo de "sembrar el mal" son tan pueriles y estúpidas que no puedo permanecer callado por más tiempo; y por eso quiero aclarar un poco el asunto, a ver si aprendemos a identificar al verdadero enemigo.

          En primer lugar, debemos entender que ni los mercados, ni los que mandan en Europa ni nadie se ha venido a España de pronto a decirnos cuándo debemos jubilarnos, cuánto deben cobrar los funcionarios o cuán ridículas deben ser nuestras pensiones. De hecho, no solo no ha venido nadie a España a intentar imponernos nada sino que es el gobierno de España el que acude a los mercados, la banca, los que mandan en Europa o como lo quieran llamar ustedes a pedir que nos presten pasta. Y como España tiene más gastos que ingresos, pues es lógico que recelen. Exactamente igual que haría usted si un amigo le pidiese dinero prestado; si supiese que el amigo en cuestión vive en un piso de alquiler que le cuesta más que el sueldo que percibe cada mes. A no ser que sea usted un filántropo incurable, debería decir algo así como: "hombre, es que si no cambias las cosas, que te preste dinero ahora solo te va a servir para que tires unos meses tras los que estarás igual que ahora, y encima debiéndome pelas". Si además le sugiere usted que busque una vivienda más acorde a sus posibilidades ¿se convierte automáticamente en un cabronazo que quiere que su amigo viva en un cuchitril en un barrio de mala muerte? Pues, a la vista de lo que se oye en España, si usted fuese una institución en lugar de una persona corriente y moliente, sería así.

          A "los que mandan en Europa" les importa medio bledo cuándo nos jubilemos, cuánto cobren nuestros funcionarios o cuánto paguemos de impuestos. Si nos jubilásemos a los 38 y cobrásemos pensiones de 6 dígitos y aún así nuestro gobierno ingresase más de lo que gasta, a los mercados les parecería maravilloso. Y eso es lo que parece que hemos olvidado; que los poderes financieros no imponen absolutamente nada, no son nadie para exigir cosa alguna. Simplemente se niegan a prestar dinero sin garantías de que se les vaya a devolver.

          Y muchos tal vez se pregunten ahora porqué entonces se habla de los recortes y planes de ajuste que impone Europa. Y la respuesta es sencilla: desde el comienzo de la crisis, los gobiernos de todo el mundo se han instalado en la mentira reconfortante y, como en todo tipo de mentiras, los nuestros se llevan la palma. Así, por ejemplo, habrán escuchado ustedes infinidad de veces aquello de que "nadie podía prever esta crisis o su magnitud"; y me atrevo a vaticinar que lo van a seguir escuchando durante largo tiempo; pero no por mucho que les haga sentir mejor a nuestros gobernantes va a dejar de ser una falsedad como la copa de un pino. Todo está en las hemerotecas: muchos de los economistas más importantes del mundo e incluso los inspectores del banco de España llevaban años advirtiendo de la que se nos venía encima; y son los que optaron por hacer oidos sordos los que hoy hablan de una crisis imprevista e imprevisible. Los mismos que cuando ven que no les prestan dinero porque sus gastos superan sus ingresos, sea por incapacidad o ignorancia y, sobre todo, por su tremendo despotismo; optan por el camino más rápido, cómodo y sencillo, que es el tijeretazo social y la subida de impuestos; y luego nos lo venden como exigencias de "los malditos mercados".

          Me toca jubilarme a los 67, si no más tarde, con una pensión de risa. Cuando vea que los mercados internacionales presionan insistentemente para que los franceses también lo hagan; culparé a la banca, al capital, a los que realmente mueven los hilos, el FMI, la ONU, la UNESCO y al antiguo bloque soviético si tercia. Hasta entonces, tengo claramente identificado al enemigo, culparé sin duda alguna al gobierno de José Luís Rodríguez Zapatero.

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